Versículo para hoy:

miércoles, 30 de agosto de 2023

Tranquila mi alma

AGOSTO 30 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Espera a Jehová”. Salmo 27:14.

PARECE fácil esperar, pero, sin embargo, es esta una de las actitudes que el soldado cristiano aprende después de muchos años de enseñanza. Marchar y marchar con paso redoblado es para los soldados de Dios mucho más fácil que quedar firmes. Hay horas de perplejidad en las que los espíritus más dispuestos y más ansiosos de servir al Señor, no saben qué camino tomar. ¿Qué hacer entonces? ¿Afligirse con desesperación? ¿Huir cobardemente, dar, en temor, media vuelta a la derecha o marchar adelante presuntuosamente? No, sino esperar, simplemente. Esperar en oración. Invoca a Dios y preséntale a él tu caso, cuéntale tu dificultad, y pídele que cumpla su promesa de ayuda. En los dilemas entre dos deberes, es agradable ser humilde como un niño y esperar, con sencillez de alma, en el Señor. Sin duda, nos irá bien cuando sintamos y conozcamos nuestra insensatez, y deseemos sinceramente ser guiados por la voluntad de Dios. Pero, espera con fe. Manifiesta tu firme confianza en él, pues esperar desleal y pérfidamente es sólo insultar al Señor. Cree que aunque te tenga esperando hasta medianoche, él vendrá a su debido tiempo. La visión vendrá y no tardará. Espera con paciencia, no rebelándote si estás bajo la aflicción, sino bendiciendo a Dios por ella. Nunca murmures contra la segunda causa, como los hijos de Israel murmuraron contra Moisés; nunca desees volver al mundo otra vez, sino acepta tu situación tal como se presenta y, con entero corazón, sin voluntad propia, pon esa situación en las manos de tu Dios y di: “Ahora, Señor, no sea hecha mi voluntad sino la tuya. Yo no sé lo que hacer; estoy en dificultades extremas, sin embargo esperaré hasta que dividas las aguas o rechaces a mis enemigos. Yo esperaré, si tú me conservas muchos días, pues mi corazón te escogió sólo a ti oh Dios, y mi espíritu te aguardará en la plena convicción de que tú serás mi gozo y mi salvación, mi refugio y mi fortaleza”.

AGOSTO 29 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Ten piedad de mí, oh Dios”. Salmo 51:1.

CUANDO Carey estaba padeciendo de una grave enfermedad, se le preguntó lo siguiente: “Si esta enfermedad resultase fatal, ¿qué versículo elegiría Ud. como texto para el sermón de su entierro?” Carey replicó: ¡Oh!, una criatura pecadora como yo es indigna de que se diga algo de ella; pero si el sermón de entierro debe predicarse, deseo que esté basado en estas palabras: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones”. Con el mismo espíritu de humildad, dispuso, en su última voluntad, que esta inscripción, y nada más, se grabase en su lápida sepulcral:
William Carey, nació el 17 de agosto de 1761.
Murió………………………………..
“Un miserable, pobre y desvalido gusano. En tus afectuosos brazos me entrego”.

Sólo sobre la base de la libre gracia pueden los santos más experimentados y más estimados acercarse a su Dios. Los buques vacíos flotan en la superficie del agua, pero los muy cargados están hundidos en el agua. Los que meramente profesan ser cristianos se vanaglorian, pero los verdaderos hijos de Dios le piden que tenga piedad de su inutilidad. Necesitamos que Dios tenga piedad de nuestras buenas obras, de nuestras oraciones, de nuestras predicaciones, de nuestras limosnas y de nuestras cosas más sagradas. La sangre no sólo fue rociada en los postes y dinteles de las habitaciones de Israel, sino en el santuario, en el propiciatorio y en el altar, porque, como el pecado se introduce aun en nuestras cosas más sagradas, nos es necesario tener la sangre de Jesús para purificarlas de la contaminación. Si la misericordia nos es necesaria en el cumplimiento de nuestros deberes, ¿qué diremos de nuestros pecados? ¡Cuán grato es recordar que la inagotable misericordia está dispuesta a mostrarse benigna hacia nosotros, recreando nuestros huesos abatidos!

AGOSTO 28 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Aceite para la luminaria". Éxodo 25:6.


ALMA mía, ¡cuánto necesitas esto!, pues tu lámpara no seguirá alumbrando por mucho tiempo sin aceite. Si la luz desaparece (y desaparecerá si no hay aceite) la mecha echará humo, y este dará mal olor. Tú no tienes una vasija de petróleo que suba por tu naturaleza humana; por lo tanto, tienes que ir a los que lo venden y comprar para ti, o, a semejanza de las vírgenes fatuas, tendrás que decir: "Mi lámpara se apaga". Aun las lámparas consagradas no podían dar luz sin aceite. Aunque resplandecían en el tabernáculo, tenían que ser alimentadas; aunque ningún fuerte viento soplaba sobre ellas, tenían que ser despabiladas; y tú necesitas esto en gran manera. Aun bajo las circunstancias más felices tú no puedes dar luz por una hora más, si no recibes una nueva provisión de aceite. No cualquier aceite se podía usar en el culto del Señor. No se aceptaba ni el petróleo que se extrae de las entrañas de la tierra, ni el aceite de pescado, ni el de nueces. Un solo aceite era el escogido: el mejor aceite de oliva. Ni la pretendida gracia de la bondad natural, ni la imaginaria gracia de las manos sacerdotales, ni la fantástica gracia de las ceremonias exteriores, le servirán al verdadero santo de Dios. El sabe que Dios no quedará satisfecho ni aun con ríos de semejante aceite. El va al molino de aceite de Getsemaní y toma sus provisiones de mano del que allí fue quebrantado. El aceite de la gracia evangélica es puro y está libre de los sedimentos y borras, de ahí que la luz que produce sea clara y brillante. Nuestras iglesias son los candelabros de oro de nuestro Señor, y si han de ser luces en un mundo de tinieblas, tienen que tener este santo aceite. Oremos por nosotros, por nuestros pastores y por nuestras iglesias, con el fin de que nunca nos falte aceite para la luminaria. Verdad, santidad, gozo, conocimiento y amor, tales son los destellos de la luz sagrada, pero no podemos emitirlos si en lo privado no recibimos el óleo del Espíritu Santo.

AGOSTO 27 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Hasta cuándo no me ha de creer”. Números 14:11.

LUCHA con toda diligencia por impedir que entre ese monstruo llamado incredulidad, pues afrenta de tal forma a Cristo que él nos privará de su presencia, si lo insultamos consintiendo la incredulidad. Es cierto que la incredulidad es una mala hierba cuya semilla nunca podremos extirpar completamente, pero tenemos que asestar golpes a su raíz con celo y perseverancia. Entre las cosas odiosas, es ésta la más aborrecida. Su nociva naturaleza es tan venenosa, que tanto el que practica la incredulidad como aquel en perjuicio de quien se practica, resultan lesionados por ella. En tu lugar, oh creyente, el caso es más grave, pues las mercedes que Dios te dio en el pasado, acrecientan tu culpa, si dudas de él en el presente. Cuando desconfías del Señor Jesús, él bien puede clamar: “He aquí, estoy oprimido debajo de vosotros como lo está un carro cargado de gavillas”. Esto es como coronar su cabeza con las espinas más agudas. Es muy cruel que una bien amada esposa desconfíe de un afectuoso y fiel esposo. El pecado es inútil, necio e injustificable. Jesús nunca ha dado el más leve motivo para que se sospeche de él. Es penoso ver que dudan de nosotros aquellos para quienes nuestro comportamiento es afectuoso y sincero. Jesús es el Hijo del Altísimo y tiene ilimitada riqueza. Es vergonzoso dudar de la omnipotencia y desconfiar de la omnisuficiencia. “Los millares de animales en los collados”, alcanzarán para satisfacer nuestra hambre y los graneros del cielo no se vaciarán por más que comamos. Si Cristo sólo fuese una cisterna, pronto agotaríamos su contenido, pero, ¿quién puede agotar una fuente? ¡Afuera con esa falsa y traidora incredulidad, pues su único cometido es cortar los lazos de comunión y hacernos lamentar la ausencia del Salvador! Bunyan dice que la incredulidad tiene tantas vidas como el gato. Si es así, quitémosle una ahora, y sigamos hasta dejarlo muerto. ¡Abajo, traidor; mi corazón te aborrece!