Versículo para hoy:

lunes, 10 de septiembre de 2018

El poder de las palabras, día 6 - Nancy DeMoss de Wolgemuth



SEPTIEMBRE 10

“Bendito serás en tu entrar y bendito en tu salir”. Deuteronomio 28:6.

Las bendiciones de la ley no son anuladas. Jesús confirmó la promesa cuando Él llevó el castigo. Si yo guardo los mandamientos de mi Señor, puedo apropiarme esta promesa sin duda alguna.

En este día entraré en mi casa sin temor de malas noticias, y entraré en mi cámara esperando oír buenas nuevas de mi Señor. No tendré miedo de examinarme a mí mismo, ni de entrar en mis asuntos por una inspección diligente de mi negocio. Tengo mucho que hacer en el interior, en mi propia alma. ¡Oh, que caiga una bendición sobre todo ello, la bendición del Señor Jesús, que ha prometido morar conmigo!

También tengo que salir. La timidez me hace desear que pudiera quedar en casa, y nunca más salir fuera al mundo. Pero tengo que salir a mi oficio y tengo que salir para ser de algún beneficio a mis hermanos y para ser útil a los impíos. Tengo que ser un defensor de la fe y un agresor contra el mal. ¡Oh que caiga una bendición sobre mi salida en este día! Señor, que vaya yo donde Tú guíes, haciendo los trabajos que me has encargado, bajo tu mando y en el poder de tu Espíritu.

Señor Jesús, entra conmigo y sé mi huésped; y después, sal fuera conmigo, y haz que mi corazón arda mientras me hables en el camino.

FUENTE: Libro de Cheques del Banco de la Fe – Charles H. Spurgeon.

SEPTIEMBRE 9

“Bienaventurado el hombre que siempre está temeroso”. Proverbios 28:14.

El temor del Señor es el principio y el fundamento de toda verdadera religión. Sin un temor reverencial de Dios no hay en donde tomar pie para las virtudes más brillantes. El alma que no adora nunca vivirá en santidad.

Es feliz aquel que siente un temor celoso de hacer mal. El temor santo no solamente mira antes de saltar, sino aun antes de moverse. Teme errar, teme faltar a su deber, teme cometer pecado. Teme la mala compañía, la conversación liviana y la astucia sospechosa. Esto no hace miserable a un hombre, sino que le trae la felicidad. El centinela vigilante es más feliz que un soldado que duerme en su puesto. El que prevé el mal y se escapa es más feliz que el que anda descuidadamente y es destruido.

El temor de Dios es una gracia humilde que conduce a un hombre por un camino excelente del cual está escrito: “No habrá allí león, ni bestia fiera subirá por él”. El temor aun de la sola apariencia del mal es un principio purificador, que hace que un hombre por el poder del Espíritu Santo, pueda guardar sus vestidos sin mancha de este mundo. En ambos sentidos, el que “siempre está temeroso” es hecho feliz. Salomón había probado tanto la mundanalidad como el temor santo: en la una halló vanidad y en el otro la felicidad. No repitamos la prueba que él hizo; atengámonos a su veredicto.

FUENTE: Libro de Cheques del Banco de la Fe – Charles H. Spurgeon.