Versículo para hoy:

martes, 20 de septiembre de 2016

¿Eres verdaderamente pro vida? - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – SEPTIEMBRE 20

“A la tarde no dejes reposar tu mano”. Eclesiastés 11:6.

A la tarde del día las oportunidades son muchas. Los hombres regresan de sus labores y el celoso conquistador de almas halla tiempo para hablar a todos del amor de Jesús. ¿No tengo yo alguna obra que hacer por Jesús esta tarde? Si no la tengo, que no deje reposar mi mano frente a un servicio que requiere mucho trabajo. Los pecadores perecen por falta de conocimiento. El que malgasta el tiempo hallará sus faldas rojas con la sangre de las almas. Jesús dio sus dos manos para que fuesen clavadas. ¿Cómo puedo yo retirar de su bendita obra una de las mías? Noche y día Jesús trabajó y oró por mí. ¿Cómo puedo yo dar siquiera una hora para regalar mi carne con ojo lujurioso? ¡Arriba, ocioso corazón! Extiende tu mano para trabajar o levántala para orar. El cielo y el infierno se muestran activos. Que yo también haga lo mismo y esta tarde siembre la buena simiente a favor del Señor mi Dios.
La tarde de la vida tiene también sus obligaciones. La vida es tan corta que una mañana de juventud y una tarde de vejez es todo lo que tiene. A algunos les parece larga. Pero lo que pasa es que para un pobre, pocos pesos constituyen una fortuna. La vida es tan breve que ningún hombre puede dejar perder un solo día. Bien se ha dicho que si un gran rey nos trajese un montón de oro y nos invitase a tomar tanto cuanto pudiésemos contar en un día, trabajaríamos todo ese día. Empezaríamos temprano por la mañana y en la tarde no dejaríamos reposar nuestra mano. Pero el conquistar almas es una labor mucho más noble. ¿Cómo es, pues, que la abandonamos tan pronto? Algunos son dejados hasta una larga tarde de lozana vejez. Si yo soy uno de ellos, procuraré usar los talentos que aún tengo y serviré a mi bendito y fiel Señor hasta los últimos instantes de mi vida. Por su gracia, seguiré luchando y sólo dejaré mi cargo cuando caiga mi cuerpo. La vejez puede instruir a la juventud, alentar al abatido y animar al desalentado. Si la caída de la tarde no tiene tanto calor, tiene, en cambio, más serena sabiduría. Por lo tanto, a la tarde, no dejaré reposar mi mano.

Charles Haddon Spurgeon.