Versículo para hoy:

martes, 17 de octubre de 2023

OCTUBRE 17 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Y David dijo en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl”. 1 Samuel 27:1.

EL pensamiento del corazón de David en esta ocasión era un pensamiento falso, porque él no tenía motivos para pensar que la unción que Dios le había dado por medio de Samuel estaba destinada a ser puesta de lado como un acto vano y sin significación. El Señor no lo había abandonado en ninguna ocasión. Muy frecuentemente, David había sido colocado en situaciones peligrosas, pero en ninguna ocasión la mediación divina dejó de librarlo. Las pruebas a las cuales había sido expuesto eran muy variadas; no habían tomado una sola forma sino muchas, pero, sin embargo, en cada caso, el que había enviado la prueba dispuso también la salida. David no podía poner su dedo sobre ninguna anotación de su agenda y decir: “Aquí es evidente que el Señor me abandonará”, pues todo el curso de su vida pasada era una prueba de lo contrario. Teniendo en cuenta lo que Dios había hecho con él, David tenía que llegar a la conclusión de que Dios lo defendería hasta el fin. Pero, ¿no dudamos nosotros, precisamente de la misma manera de la ayuda de Dios? ¿No es esa una desconfianza que no tiene razón de ser? ¿Hemos tenido alguna vez el más significante motivo para dudar de la bondad de nuestro Padre? ¿No han sido “estupendas sus misericordias”? ¿Ha dejado Dios de cumplir en alguna ocasión? ¡No! Nuestro Dios nunca nos abandonó. Hemos tenido noches oscuras, pero la estrella del amor brilló en medio de las tinieblas. Nos hemos hallado en terribles conflictos, pero sobre nuestras cabezas Dios ha levantado el escudo de nuestra defensa. Hemos pasado por muchas pruebas, pero nunca para nuestro perjuicio, sino siempre para nuestro provecho. Y el resultado de nuestra experiencia pasada es que el que ha estado con nosotros en seis pruebas, no nos dejará en la séptima. Lo que ya conocemos de nuestro fiel Señor, nos prueba que él nos guardará hasta el fin.

OCTUBRE 16 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

Díceles Jesús; “Venid, comed”. Juan 21:12.

EN estas palabras el creyente está invitado a tener una santa intimidad con Jesús. “Venid, comed”, significa la misma mesa y el mismo alimento; sí, y algunas veces significa sentarse a su lado y apoyar nuestra cabeza en el pecho del Salvador. Significa también ser llevados a la “casa del banquete”, donde flamea la bandera del amor que redime. “Venid, comed” nos da una visión de la unión con Jesús, pues la única comida que podemos comer, cuando comemos con Jesús, es él mismo. ¡Oh qué unión es esta! Que nosotros nos alimentemos así de Jesús constituye, para la razón, un misterio impenetrable. “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él”. Es también una invitación para gozar de la comunión con los santos. Los cristianos pueden tener distintas opiniones sobre muchos asuntos, pero todos tienen un apetito espiritual. Si todos nosotros no podemos sentir del mismo modo, podemos, sin embargo, alimentarnos del mismo modo del pan de vida que descendió del cielo. En la mesa de la comunión con Jesús, somos un pan y una copa. Mientras la copa pasa de mano en mano nos brindamos cordialmente unos a otros. Acércate más a Jesús, y te hallarás más y más ligado a todos los que, como tú, se sostienen con el mismo maná celestial. Si estuviésemos más cerca de Jesús, estaríamos más cerca los unos de los otros. En estas palabras vemos, además, la fuente de fortaleza para todos los cristianos. Mirar a Cristo es vivir, pero para tener fuerzas con que servirle, tenemos que “venir y comer”. Es por olvidar este precepto que gemimos bajo una debilidad innecesaria. Ninguno de nosotros necesita ponerse a dieta; al contrario, tenemos que nutrirnos del meollo y de la grosura del Evangelio, con el fin de acumular fuerzas para ponerlas totalmente al servicio del Maestro. Si quieres, pues, tener intimidad y unión con Jesús y amor a su pueblo, y si quieres obtener fuerzas de Jesús, “ven y come” con él por fe.

OCTUBRE 15 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¿Y quién podrá sufrir el tiempo de su venida?” Malaquías 3:2.

SU primera venida se efectuó sin pompa ni ostentación de poder, sin embargo eran pocos los que, en realidad, pudieron soportar siquiera el experimento de su potencia. Herodes y toda Jerusalén con él se turbaron ante las noticias del admirable nacimiento. Los que suponían que lo estaban esperando fueron precisamente los que lo rechazaron, demostrando así la falacia de lo que profesaban ser. Cristo, cuando estaba sobre la tierra, puso a prueba (como lo hace un aventador) al gran montón de profesiones religiosas, y muy pocas pudieron soportar esa prueba. Pero, ¿qué será su segunda venida? “El herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío”. Si cuando estaba en su humillación, con sólo decir a los soldados: “Yo soy”, estos cayeron a tierra, ¿cuál será el terror de sus enemigos cuando él se manifieste plenamente como el “Yo soy”? Si cuando murió, tembló la tierra y se oscureció el cielo, ¿cuál será el terrible esplendor de aquel día cuando el viviente Salvador reúna delante de él a los vivos y a los muertos? ¡Oh! que los terrores del Señor persuadan a los hombres a dejar sus pecados y a besar al Hijo para que no se enoje. Aunque él es un Cordero, es también el león de la tribu de Judá que despedaza a la presa; y aunque no quiebra la caña cascada, quebrará, sin embargo, a sus enemigos con vara de hierro, y los desmenuzará como vaso de alfarero. Ninguno de sus enemigos podrá parar delante de la furia de su ira o esconderse de su terrible indignación. Pero sus amados, que han sido lavados en su sangre, esperan su venida con gozo y esperanza, y la reciben sin temor. Para ellos, Jesús es, desde ya, su refinador, y cuando él los haya probado, saldrán como oro. Examinémonos a nosotros mismos esta mañana, y hagamos firme nuestra vocación y elección, de modo que la venida del Señor no nos cause presentimientos tristes.

OCTUBRE 14 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Reputo todas las cosas pérdida por el eminente conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. Filipenses 3:8.

EL conocimiento espiritual de Cristo tiene que ser un conocimiento personal. No podemos conocer a Jesús por el conocimiento que de él tenga otra persona. No; yo debo conocerlo por mí mismo; tengo que conocerlo por mi propia cuenta. Este será un conocimiento inteligente; tengo que conocerlo no como el visionario lo sueña, sino como la Palabra lo revela. Debo conocer sus naturalezas, tanto la divina como la humana. Tengo que conocer sus oficios, sus atributos, sus obras, su afrenta y su gloria. Debo meditar en él hasta que comprenda con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conozca el amor de Cristo que excede a todo conocimiento”. Será este un conocimiento afectuoso. Si realmente lo conozco, debo amarlo. Una onza de conocimiento cordial vale más que una tonelada de erudición mental. Nuestro conocimiento de él será un conocimiento que satisface. Cuando conozca a mi Salvador, mi mente estará llena hasta el borde; sabré que tengo lo que mi espíritu ansiaba. Este es aquel pan del cual si alguien comiere no tendrá hambre jamás. Este será, al mismo tiempo, un conocimiento estimulante. Cuanto más conozca de mi Amado más desearé conocer; cuanto más alto suba tanto más altas estarán las cumbres que estimulan mis ansiosos pasos. Cuanto más obtenga, más querré. Igual que el tesoro del avaro, mi oro me hará codiciar más. En resumen: Este conocimiento de Cristo Jesús será un conocimiento muy feliz; sí, será un conocimiento tan animador, que algunas veces hará que me sobreponga enteramente a todas las pruebas, las dudas y las aflicciones: y mientras disfrute de él, me hará algo más que “hombre nacido de mujer, corto de días y harto de sinsabores”. Este conocimiento esparcirá en torno mío la inmortalidad del eterno Salvador y me ceñirá con el áureo cinto de su eterno gozo. Ven, alma mía, siéntate a los pies de Jesús.