Versículo para hoy:

domingo, 2 de julio de 2023

JULIO 2 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“En él se alegrará nuestro corazón”. Salmo 33:21

ES bendito el hecho de que el cristiano puede regocijarse aun en la angustia más profunda. Aunque lo cerque la aflicción, canta; y, a semejanza de muchos pájaros, canta mejor cuando está en una jaula. Quizá lo arrollen las olas, pero su alma pronto surgirá y verá la luz del rostro de Dios. Está poseído de un espíritu de alegría que conserva siempre su cabeza sobre el agua, y lo ayuda a cantar en medio de la tempestad: “Cristo está conmigo”. ¿A quién se dará la gloria? ¡A Jesús!, pues esta alegría viene de él. La aflicción no lleva por sí misma, necesariamente, consolación al que cree, pero la presencia del Hijo de Dios en el horno ardiente, donde él está, llena de gozo su corazón. El creyente está enfermo y sufre, pero Jesús lo visita y ablanda su cama. Está agonizando, y las frías aguas del Jordán le van subiendo hasta el cuello, pero Jesús le pone sus brazos en su hombro y le dice: “No temas, amado; morir es ser bienaventurado; las aguas tienen en el cielo su fuente principal. No son amargas, sino dulces como néctar, pues fluyen del trono de Dios”. Cuando el santo que fallece vadea el río, y las olas se agolpan en su derredor, y el corazón y la carne lo abandonan, suena en sus oídos la misma voz: “No temas, porque yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios”. A medida que se acerque a los umbrales del infinito ignoto, y se sienta casi espantado de entrar en la región de las sombras, Jesús le dice: “No temas, pues al Padre le ha placido darte el reino”. Fortalecido y consolado de esta manera, el creyente no teme morir; al contrario, está deseando partir, pues desde que vio a Jesús como la estrella de la mañana, ansía contemplarlo como el sol en su esplendor. En verdad, la presencia de Jesús es todo el cielo que podemos desear.

JULIO 1 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“En verano y en invierno”. Zacarías 14:8

LAS corrientes de agua viva que fluyen de Jerusalén no se secaban por los calores abrasadores del verano ni tampoco se helaban por los fríos vientos del invierno. Regocíjate, alma mía, de que hayas sido dejada para testificar de la fidelidad del Señor. Los tiempos cambian, y tú también cambias, pero tu Señor permanece siempre el mismo, y las corrientes de su amor son tan profundas, tan amplias y tan completas como siempre. Los calores de las ansiedades de la vida y de las ardientes pruebas me hacen sentir la necesidad de las refrescantes influencias del río de su gracia. Puedo ir enseguida y beber hasta saciarme de la inagotable fuente, pues sus aguas corren tanto en invierno como en verano. Las fuentes de arriba nunca están escasas de agua, y las de abajo no pueden menguar. Elías halló seco el arroyo de Querit, pero Jehová seguía siendo el mismo Dios providente. Job dijo que sus hermanos habían mentido como arroyos, pero halló que su Dios era un desbordante río de consolación. El Nilo constituye la gran confianza de Egipto, pero sus inundaciones son variables. Nuestro Señor es siempre el mismo. Desviando el curso del Eufrates, Ciro tomó la ciudad de Babilonia, pero ningún poder humano ni infernal puede desviar la corriente de la gloria divina. Los cursos de los antiguos ríos se hallaron secos y desolados, pero los ríos que nacen en las montañas de la divina soberanía y del infinito amor siempre estarán llenos hasta el borde. Pasan las generaciones, pero la corriente de la gracia sigue inalterable. El río de Dios canta con mayor razón lo que canta el arroyo en este verso: “Los hombres vienen y van, pero yo sigo siempre”. ¡Cuán feliz eres, alma mía, por ser conducida a tan tranquilas aguas! Nunca vayas a otras fuentes para que no oigas esta reprensión del Señor: “¿Qué tienes tú en el camino de Egipto, para que bebas agua del Nilo?”

JUNIO 30 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Y yo, la gloria que me diste les he dado”. Juan 17:22

HE aquí la superlativa liberalidad del Señor Jesús, que nos ha dado todo. Aunque con una décima parte de lo que posee habría enriquecido más de lo que pensamos a un universo de ángeles, sin embargo no se contentó hasta que nos dio todo lo que tenía. Si nos hubiese permitido comer las migajas de su liberalidad, que están bajo la mesa de su misericordia, no nos habría sorprendido. Pero él no hace las cosas a medias, sino nos hace sentar con él y nos hace participar de la fiesta. Si sólo nos hubiese dado alguna reducida renta de sus arcas reales, habríamos tenido motivo para amarlo eternamente; pero no, él hará que su esposa sea tan rica como él, y no tendrá gloria ni gracia de la que ella no participe. Sólo quedó satisfecho con hacernos coherederos suyos, para que tuviésemos las mismas posesiones. Jesús ha puesto todos sus bienes en las arcas de la Iglesia, y “tiene todas las cosas comunes” con sus redimidos. No hay en su casa ni una pieza cuya llave Jesús rehúse a su pueblo. Al contrario, les da plena libertad de apropiarse de todo lo que él tiene y quiere que no se hagan rogar, sino que tomen de sus tesoros tanto como les sea posible llevar. La ilimitada plenitud de su suficiencia es para el creyente tan gratuita como el aire que respira. Cristo puso en los labios del creyente el frasco de su amor y de su gracia y le pide que beba siempre. Si lo puede vaciar está invitado a hacerlo; pero, como no puede, se le pide que beba abundantemente, pues todo es suyo. ¿Qué prueba más real de compañerismo podría dar el cielo a la tierra?
¡Bendiciones! ¡Cuántas tienes ya!
¡Bendiciones, Dios te manda más!
¡Bendiciones! Te sorprenderás
Cuando veas lo que Dios por ti hará.