Versículo para hoy:

martes, 5 de julio de 2016

Las buenas obras de una iglesia muerta - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Gente decente con un testimonio moribundo - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – JULIO 5

“Confiad en Jehová perpetuamente, porque en el Señor Jehová está la fortaleza de los siglos”. Isaías 26:4.

YA que tenemos tal Dios en quien confiar, descansaremos en él en forma absoluta. Eliminemos resueltamente toda nuestra incredulidad y esforcémonos por librarnos de dudas y temores, que tanto perjudican nuestro bienestar, ya que no hay ninguna excusa para temer donde Dios es la base de nuestra confianza. Un padre amoroso se sentiría muy afligido si su hijo no confiara en él. ¡Cuán poco generosa, cuán poco amable es nuestra conducta cuando ponemos tan poca confianza en nuestro Padre celestial, quien nunca nos ha faltado y nunca nos faltará! Si la desconfianza quedase desterrada de la familia de Dios, sería un gran bien; pero debe temerse a aquella incredulidad que es tan ágil en nuestros días como lo fue cuando el salmista preguntaba: “¿Hase acabado para siempre su misericordia? ¿No volverá a amar?” David no había probado por mucho tiempo la poderosa arma del gigante Goliat, pero, sin embargo, dijo: “Ninguna como ella”. La había probado una sola vez en la hora de su victoria juvenil y ella había demostrado ser de buen metal; por eso después la ponderó siempre. De la misma forma debiéramos nosotros hablar bien de nuestro Dios, pues no hay ninguno como él ni en el cielo ni en la tierra. “¿A qué, pues, me haréis semejante o seré asimilado?”, dice el Santo. No hay otra roca semejante a la roca de Jacob. Nuestros propios enemigos testifican esto. Nunca permitiremos que las dudas vivan en nuestros corazones; antes, prenderemos a esa detestable banda como hizo Elías con los profetas de Baal, y la degollaremos en el arroyo. Para matarla, elegiremos el torrente que brota del costado herido de nuestro Salvador. Hemos pasado por muchas pruebas, pero, no obstante, nunca fuimos echados en un lugar donde no pudiésemos hallar en nuestro Salvador todo lo que necesitábamos. Tomemos aliento para confiar en el Señor siempre seguros de que su eterna fortaleza será, como ya ha sido, nuestro socorro y nuestro sostén.

Charles Haddon Spurgeon.