Versículo para hoy:

martes, 25 de octubre de 2016

Halloween: La verdad detrás de la calabaza - Pr. Salvador Dellutri

No siempre puedes controlar a tus hijos - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – OCTUBRE 25

“Fuese, pues, y, llegando, espigó en el campo tras los segadores; y dio por casualidad con la parte del campo que pertenecía a Booz, que era de la familia de Elimelec”. Ruth 2:3.

“POR casualidad, la parte del campo pertenecía a Booz”. Sí, esto no parece otra cosa que una simple casualidad, pero, ¡cuán bien esa casualidad fue guiada por Dios! Ruth había salido de su casa con la bendición de la madre y con la bendición del Dios de la madre, para realizar un trabajo humilde pero honroso, y la providencia de Dios guió todos sus pasos. No se imaginaba ella que, en medio de las espigas, hallaría un esposo que la haría copropietaria de todos esos amplios campos y que ella (pobre extranjera) sería una de las progenitoras del gran Mesías. Dios es muy bueno con los que en él confían y, a menudo, los sorprende con inesperadas bendiciones. Nada sabemos nosotros en cuanto a qué nos puede acontecer mañana, pero quizás nos alegre el grato hecho de que ningún bien nos será negado. La casualidad es desterrada de la fe de los cristianos, pues ellos ven en todas las cosas la mano de Dios. Los acontecimientos insignificantes de hoy o de mañana pueden implicar consecuencias de la más alta importancia. ¡Oh Señor, trata a tu siervo con toda la bondad como trataste a Ruth! ¡Qué bendición significaría si esta noche, al andar por el campo de la meditación, tuviésemos la suerte de encontrar por casualidad el lugar donde nuestro Pariente cercano se revela a nosotros! ¡Oh Espíritu de Dios, guíanos a ese Pariente! Quisiéramos más bien espigar en su campo que llevar toda la cosecha de cualquier otro campo. ¡Oh, sigamos las huellas de su rebaño, las cuales nos pueden conducir a los verdes pastos donde habita! Este mundo es aburrido cuando Jesús está ausente. Podríamos mejor vivir sin el sol y sin la luna que vivir sin él. Pero, ¡cuán divinamente hermosas se hacen todas las cosas en su gloriosa presencia! Nuestras almas conocen la virtud que reside en Jesús, y nunca pueden estar satisfechas sin él. Nosotros esperamos en oración esta noche hasta que nuestra suerte caiga en la parte del campo que pertenece a Jesús, donde él se manifiesta a nosotros.

Charles Haddon Spurgeon.