Versículo para hoy:

sábado, 4 de junio de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – JUNIO 4

“Recibido en gloria”. 1 Timoteo 3:16.

HEMOS visto a nuestro bienamado Señor, en los días de su carne, humillado y penosamente vejado, pues él fue “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto”. Jesús cuyo esplendor era como la mañana, llevó diariamente el cilicio de la aflicción. La ignominia fue su manto y el vituperio su vestidura. Sin embargo, ahora, puesto que él triunfó en el madero ensangrentado, sobre todos los poderes de las tinieblas, nuestra fe contempla a nuestro Rey volviendo desde Edom con vestidos bermejos, ataviado con el esplendor de la victoria. ¡Cuán glorioso habrá aparecido a los ojos de los serafines cuando una nube lo quitó de la mirada de los mortales y lo llevó al cielo! Ahora exhibe la gloria que tuvo con Dios desde antes que el mundo fuese; y, además, otra gloria sobre todas: la que ganó en la batalla contra el pecado, la muerte y el infierno. Como vencedor, lleva la corona de gloria. ¡Escuchad cómo el tono del canto va en aumento! Es un canto nuevo y muy melodioso: “El Cordero que fue inmolado es digno, porque nos ha redimido para Dios con su sangre”. El ostenta la gloria de un Intercesor que nunca puede fallar; de un Príncipe que nunca puede ser derrotado; de un Conquistador que venció a todos los enemigos; de un Señor que cuenta con la lealtad de todos sus súbditos. Jesús lleva sobre sí toda la gloria que la pompa del cielo puede darle, que diez mil veces diez mil ángeles pueden ministrarle. Aun con el más grande esfuerzo de imaginación no puedes concebir su supereminente grandeza. Sin embargo, habrá de ella una nueva revelación cuando Jesús descienda del cielo con gran poder acompañado de todos los santos ángeles: “Entonces se sentará sobre el trono de su gloria”. ¡Oh, qué será el esplendor de esa gloria! Extasiará los corazones de los suyos. Y no termina aquí, porque la eternidad entonará sus alabanzas: “Tu trono, oh Dios, es para siempre”. Lector, si quieres gozar de la gloria de Cristo en el más allá, él debe ser glorioso en tus ojos ahora. ¿Lo es?

Charles Haddon Spurgeon.