La diferencia entre fe y seguridad
Nadie me malentienda cuando hablo con firmeza sobre la realidad, el privilegio y la importancia de la seguridad. Nadie me haga la injusticia de decir que enseño que ninguno es salvo a menos que pueda decir con Pablo: "Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo en aquel día" (2 Ti. 4:8). Eso no es lo que digo. No enseño nada que se le parezca.
(a) Es indispensable que el hombre tenga fe en el Señor Jesucristo, si ha de ser salvo. No conozco otro modo de acceso al Padre. No veo ningún indicio de misericordia, excepto a través de Cristo. El hombre tiene que sentir sus pecados y su condición perdida, tiene que acudir a Jesús para obtener perdón y salvación, y tiene que poner toda su esperanza en él y sólo en él. Pero aunque sólo tiene fe para hacer esto, por más débil y endeble que sea esa fe, afirmo que no se perderá el cielo; las Escrituras lo garantizan.
Nunca, nunca restrinjamos la libertad del evangelio glorioso, ni limitemos sus verdaderas proporciones. Nunca hagamos más más estrecha la puerta y el camino más angosto de lo que el orgullo y amor al pecado lo han hecho ya. El Señor Jesús es muy compasivo y misericordioso. No tiene en cuenta la cantidad de fe, sino la calidad; no mide su graduación, sino su veracidad. No romperá ninguna caña cascada, ni apagará ningún pábilo que humea. Nunca permitirá que se diga que alguien pereció a los pies de la cruz. Dice: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera" (Jn. 6:37).7
¡Si! Aunque la fe de alguien puede no ser más grande que un grano de mostaza, si lo trae a Cristo y hace posible que toque la punta de su manto, será salvo tanto como lo es el santo más antiguo en el paraíso, salvo tan completa y eternamente como Pedro, Juan o Pablo. Hay grados en nuestra santificación. No así en nuestra justificación. Lo que está escrito, escrito está, y nunca fallará: "Todo aquel que en él creyere", no el que tiene una fe fuerte y poderosa, "todo aquel que en él creyere, no será avergonzado" (Ro. 10:11).
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7 "Aquel que cree en Jesús nunca será confundido. Ninguno lo ha sido en el pasado ni lo será usted, si cree. La siguiente fue una gran declaración de fe de un hombre a punto de morir de una manera peculiar, entre su condenación y su ejecución. Sus últimas palabras fueron estas, dichas a viva voz: "Nunca hombre alguno murió con su rostro hacia Cristo Jesús". -Robert Traill (1642-1716