Versículo para hoy:

miércoles, 20 de enero de 2016

¡Vísteme de humildad! 2da Parte | Día 6 - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – ENERO 20

“Aparta mis ojos que no vean la vanidad; avívame en tu camino”.

HAY diversas clases de vanidad: El bonete y los cascabeles del payaso, la alegría del mundo, el baile, la lira y la copa del libertino. Los hombres saben que todas estas cosas son vanidades. Ellas ostentan en sus frontispicios sus nombres y sus títulos. Mucho más traicioneras son estas cosas, igualmente vanas: Los cuidados del mundo y el engaño de las riquezas. El hombre puede ir en pos de la vanidad tanto en la oficina como en el teatro. Si emplea su vida en acumular riquezas, entonces está pasando su vida en una vana función. A menos que sigamos a Cristo y hagamos de nuestro Dios el gran objeto de nuestra vida, sólo en apariencia nos distinguimos de los más frívolos. Esto nos muestra que tenemos mucha necesidad de la primera oración de nuestro texto: “Aparta mis ojos que no vean la vanidad”.
“Avívame en tu camino”. El salmista se confiesa torpe, tedioso, inactivo, enteramente muerto. Quizás, querido lector, tú te sientas lo mismo. Somos tan flojos que, aparte del Señor, ni aun los mejores incentivos nos pueden avivar. ¡Qué! ¿No me avivará el infierno? ¿Puedo pensar en los pecadores que perecen, sin ser, no obstante, avivado? ¿No me avivará el cielo? ¿Puedo pensar en el galardón que aguarda a los justos y permanecer indiferente? ¿No me avivará la muerte? ¿Puedo pensar en la muerte, y estar ante mi Dios, y, sin embargo, ser indolente en el servicio de mi Maestro? ¿No me constreñirá el amor de Cristo? ¿Puedo yo pensar en sus amadas heridas y sentarme al pie de su cruz sin enardecerme con fervor y celo? ¡Parece que sí! Una mera reflexión no puede avivar nuestro celo; Dios mismo tiene que hacerlo, de ahí el clamor: “avívame tú”. El salmista exhala toda su alma en vehemente intercesión; su cuerpo y su alma se unen en la oración. “Aparta mis ojos”, dice el cuerpo; “avívame”, clama el alma. Es esta una oración apropiada para todos los días. ¡Oh Señor!, oye en mi favor, esta plegaria esta noche.

Charles Haddon Spurgeon.