Versículo para hoy:

sábado, 17 de junio de 2023

JUNIO 17 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Ayuda, oh Jehová”. Salmo 12:1

LA oración misma es notable; pues es corta, pero oportuna, sentenciosa y sugestiva. David se lamentaba de la escasez de hombres fieles, y, en consecuencia, elevaba sus súplicas al Señor. Al fracasar la criatura, David va al Creador. Evidentemente sintió su propia debilidad, de lo contrario no hubiese pedido ayuda. Pero, al mismo tiempo, intenta honestamente esforzarse por la causa de la verdad, pues la palabra “ayuda” es inaplicable cuando no hacemos nada por nosotros mismos. En esta oración de dos palabras hay mucha rectitud, claridad de percepción y precisión de expresión; mucha más, por cierto, que la que hay en las oraciones largas y vagas de algunos que profesan ser cristianos. El salmista va derecho a Dios con una plegaria bien meditada. El sabe lo que está buscando y donde buscarlo. ¡Señor, enséñanos a orar en la misma bendita manera! Las ocasiones para el uso de esta oración son frecuentes. En las aflicciones que envía la Providencia, ¡cuán apropiada es al creyente afligido, que halló faltos a todos sus ayudadores! Los estudiantes pueden hallar ayuda para sus dificultades doctrinales, elevando al gran Maestro, el Espíritu Santo, el grito de: “ayuda, Señor”. Los soldados espirituales pueden enviar al trono y pedir refuerzos para sus luchas interiores; y esta oración les servirá de modelo para su súplica. Los que se ocupan en las labores celestiales pueden obtener gracia para el tiempo de necesidad. Los pecadores que, en dudas y sobresaltos, están buscando a Dios, pueden ofrecer esta misma plegaria. En efecto, en todos los casos, tiempos y lugares, esta oración será suficiente para las almas necesitadas. “Ayuda, Señor”, nos vendrá bien tanto en la vida como en la muerte, en el sufrimiento como en la actividad, en el gozo como en la tristeza. La respuesta a la oración es cierta, si la ofrecemos sinceramente en el nombre de Jesús. El Señor nos asegura que él no dejará a su pueblo. Como Padre y Esposo nos garantiza su ayuda.

JUNIO 16 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Y yo les doy vida eterna, y no perecerán para siempre”. Juan 10:28

EL cristiano nunca debiera pensar o hablar livianamente de la incredulidad. A Dios le desagrada mucho que un hijo suyo desconfíe de su amor, de su verdad y de su fidelidad. ¿Cómo nos atrevemos a contristarlo, dudando de su gracia que nos sustenta? Cristiano, el que seas olvidado o el que se te deje perecer es contrario a la promesa de la preciosa Palabra de Dios. Si así fuera, ¿cómo podría ser verdadero el que dijo: “¿Olvidaráse la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque se olviden ellas, yo no me olvidaré de ti.”? ¿Qué valor tendría esta promesa; “Los montes se moverán, y los collados temblarán; mas no se quitará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz vacilará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.”? ¿Dónde estaría la verdad de las palabras de Cristo: “Y yo les doy vida eterna, y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, mayor que todos es; y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”? ¿Dónde estarían las doctrinas de la gracia? Serían todas impugnadas si un solo hijo de Dios pereciera. ¿Dónde estarían la veracidad de Dios, su honor, su poder, su pacto, su juramento, si alguno de aquellos por quienes Cristo murió, y que puso en él su confianza, fuese, no obstante, desechado? Aparta de ti estos temores creados por la incredulidad, que tanto deshonran a Dios. Levántate, sacúdete el polvo, y ponte tus vestidos preciosos. Recuerda que es pecado dudar de su Palabra, en la cual te ha prometido que no perecerás jamás. Haz que la vida eterna que hay en ti se manifieste en alegre confianza.
Al alma que en Cristo buscare reposo
Ha dicho que nunca la abandonará;
Por más que el infierno procure vencerla,
Jamás, no, jamás conseguirlo podrá.