Versículo para hoy:

jueves, 11 de febrero de 2016

Deje que Dios cambie su mentalidad - Amy Simpson

Alentando a los hombres a ser hombres - Nancy DeMoss de Wolgemuth, Dennis y Bárbara Rainey

LECTURAS VESPERTINAS – FEBRERO 11

“Has dejado tu primer amor”. Apocalipsis 2:4.

DEBE ser siempre recordada aquella hora, la mejor y la más brillante de todas, cuando por primera vez vimos al Señor, soltamos nuestra carga, recibimos el rollo de la promesa, nos gozamos en la completa salvación y proseguimos nuestro camino en paz. Fue aquella la hora de primavera para nuestra alma; el invierno había pasado. Los ruidos de los truenos del Sinaí habían cesado, el centelleo de sus relámpagos no se veían más. Dios estaba reconciliado, la ley no amenazaba más con venganza, la justicia no exigía castigo. Entonces las flores aparecieron en nuestro corazón; esperanza, amor, paz y paciencia brotaron del césped. El jacinto del arrepentimiento, la campanilla de la santidad, el azafrán de la áurea fe, el narciso del primer amor, todos adornaban el jardín del alma. El tiempo del canto de los pájaros había llegado y nosotros nos regocijamos con acción de gracias; magnificamos el santo nombre de nuestro clemente Dios, y nuestra resolución fue esta: “Señor, yo soy tuyo, enteramente tuyo; todo lo que soy y todo lo que tengo lo quisiera consagrar a ti. Tú me has comprado con tu sangre; permíteme, pues, que me consuma y sea consumido en tu servicio. Me consagro a ti tanto en la vida como la muerte”. ¿Cómo hemos cumplido esta resolución? Nuestro amor ardía con santa llama de consagración a Jesús. ¿Arde ahora? ¿No puede Jesús decirnos con razón: “Tengo contra ti que has dejado tu primer amor”? ¡Ay!, cuán poco hemos hecho por la gloria de nuestro Maestro. Nuestro invierno ha durado demasiado. Estamos tan fríos como el hielo, cuando debiéramos sentir el calor del verano y dar flores sagradas. Damos a Dios centavos cuando merece pesos oro, sí, merece la sangre de nuestro corazón para ser acuñada en el servicio de su iglesia, y de su verdad. ¿Continuaremos así? ¡Oh! Señor, después que tú nos has bendecido tan ricamente, ¿seremos ingratos y llegaremos a ser indiferentes a tu buena causa? ¡Oh!, avívanos para que podamos volver a nuestro primer amor y hacer las primeras obras. Envíanos una benéfica primavera, ¡oh, sol de justicia!

Charles Haddon Spurgeon.