Versículo para hoy:

domingo, 5 de abril de 2020

5 de abril - Señales y estaciones - Ray Stedman



La más importante pregunta no es nunca “¿Cómo?” sino “¿Por qué?”. La contestación a la pregunta: “¿Por qué hizo Dios el sol, la luna y las estrellas?” la encontramos de una manera triple aquí en este pasaje.
Estas grandes luces existen, en primer lugar, para dar luz sobre la tierra, tanto durante el día como durante la noche. Todos sabemos que el sol hace el día. La rotación de la tierra es lo que determina el tiempo que dura el día, y la velocidad de la tierra en su rotación determina su duración de 24 horas. A pesar de lo cual, esa velocidad está regulada por la luna, que actúa como un freno sobre la tierra. Limita la velocidad de la rotación de la tierra al tiempo exacto que hace posible el día de 24 horas, que es la longitud de tiempo que mejor se adapta a las necesidades humanas. ¿No es eso asombroso? Otros planetas tienen una longitud de días totalmente diferente. En algunos de los planetas un día llevaría meses e incluso años de nuestro tiempo. Otros tienen días mucho más cortos, pero Dios ha diseñado un día de 24 horas de duración para nuestro planeta porque encaja perfectamente con las necesidades de la humanidad.
En segundo lugar, las grandes luces existen para medir el proceso del tiempo “de los días y de los años”, dicen las Escrituras. Son el medio mediante el cual medimos el tiempo. La órbita de la tierra alrededor del sol determina la longitud del año que, de nuevo, es justamente lo que necesita la humanidad. La órbita de la tierra alrededor del sol la determinan dos factores: la tracción de la gravedad del sol y la velocidad de la tierra. Nadie sabe lo que determina la velocidad de la tierra, qué extraña fuerza nos lanza a través del espacio a unas 1.100 millas por minuto. Pero aquí se nos dice que Dios ha ordenado el sol y la luna para proveer las medidas de tiempo que marcan los segmentos de la vida que nosotros llamamos días y años.
En tercer lugar, estas luces han sido diseñadas para marcar los sucesos significativos; son “señales para las estaciones” (v. 14). Toda la relación de la historia humana confirma esta verdad. Esto es exactamente lo que hacen el sol, la luna y las estrellas. Los eclipses son como postes en la historia humana, marcando ciertas fechas. Podemos estudiar los acontecimientos en la antigua historia porque ha quedado constancia de los eclipses. En muchas ocasiones en la Biblia el sol y la luna han servido como grandes señales. Nosotros estamos familiarizados con la historia de la estrella de Belén, que anunció el nacimiento de la persona más importante que jamás ha nacido en la historia de nuestro globo terrestre. Tenemos además la extraña oscuridad del sol en el momento de la crucifixión, una oscuridad sin explicación que duró alrededor de unas tres horas. Ha habido otras ocasiones como ésta. Y a lo largo de la Biblia nos encontramos con un estribillo, comenzando por los primeros libros y a lo largo del Nuevo Testamento, que dice que habrá de venir un día en el que tendrá lugar el más grande acontecimiento que el mundo jamás ha conocido, el regreso del Señor Jesucristo a la tierra, que será anunciado por el oscurecimiento del sol y por la conversión de la luna en sangre. Estos cuerpos celestiales han sido provistos como señales y para estaciones.
Tú eres el Señor de toda la creación. Veo que Tú has creado las señales y las estaciones del año para servir a Tu gran propósito redentor en Jesucristo.



Aplicación a la vida

La especulación puede estar preguntando de manera incesante acerca del cómo y el por qué. El por qué de las diferentes estaciones del año es algo acerca de lo cual no sabremos nunca como ciudadanos terrenales, pero ¿dónde podemos encontrar las respuestas acerca del motivo?


4 de abril - Para dar fruto - Ray Stedman



El hecho de que Dios llame a la tierra de los océanos da la impresión de marcar el período de la noche en este tercer día. Durante este período tenemos la aparición de los continentes, la acción de los agentes atmosféricos sobre las rocas y el terreno que se forma gradualmente a fin de prepararse para la vida de las plantas que habría de aparecer a continuación.
Pero recuerde el lector que todo esto es a nivel físico, siendo tan sólo una manifestación paralela de una realidad espiritual y moral, y cada uno de los aspectos de la naturaleza debieran de hablarnos volúmenes acerca de quién es Dios, lo que hace y, al mismo tiempo, ser una imagen de algo invisible que tiene que ver con nuestra vida interior.
Aprendemos que esta vida humana en la tierra, entre el período del nacimiento y de la muerte, está dividida. Esta es la imagen que se nos ofrece mediante la aparición de la tierra del océano. Las aguas son una imagen de la vida humana. Elevándose de ese océano de vida humana está la tierra, que tiene la capacidad de producir fruto. Por lo tanto, existe aquello que es capaz de producir fruto y aquello otro que es incapaz de hacerlo.
Existe una antigua humanidad que, por naturaleza, es incapaz de cumplir lo que Dios desea; una nueva humanidad, llamada de entre la antigua, es capaz de producir el fruto que Dios imagina. La antigua humanidad es una raza caída, cegada, oscurecida, confusa, inquieta y, al igual que el océano se encuentra todavía dividido, la humanidad caída está separada en divisiones: en naciones y lenguas. El profeta Isaías dice: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto y sus aguas arrojan cieno y lodo” (Isaías 57:20).
Usted preguntará: “¿Quiere usted decir que todas las personas que no son cristianas son malvadas?” Es preciso que recordemos que existe una forma respetable de maldad además de la forma notoria. Usted puede ser malvado a sabiendas y usted puede ser ignorantemente malvado. Las personas que están expuestas al propósito de Dios, a Su amor y el programa que Él tiene para la liberación de la humanidad de su esclavitud, y se resisten a la obra de Dios, rechazando al Salvador al que ha enviado Dios, negándose a ceder a Su llamamiento de gracia, son claramente personas malvadas que se oponen a la voluntad de Dios. Están levantando el puño en un acto de desafío en contra de su Creador, y ese es el motivo por el que también se sienten inquietas. La inquietud de nuestra era es directamente debida al hecho de que es malvada, algo que ha sido representado por el océano con sus impetuosas y grandes olas que no se calman nunca.
Pero de ese océano surge una nueva humanidad, la tierra, con una raza que da fruto formada por aquellas personas que están en Jesucristo, que eran una en Él originalmente, como lo fueron en un tiempo los continentes, pero ahora están divididas y fragmentadas por las fuerzas que han aparecido desde entonces para separarnos los unos de los otros. Pero a pesar de esto sigue estando siempre presente una unidad fundamental que descubrimos cuando nos reunimos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Señor, te doy gracias porque estás trayendo una nueva humanidad de entre la antigua y porque de entre esta nueva humanidad puedo dar fruto para Ti.



Aplicación a la vida

El mundo natural nos habla de manera metafórica acerca de la vida interior de nuestra humanidad. ¿Podemos ver una distinción en nuestras vidas entre la antigua raza caída y la nueva vida en Cristo?