Versículo para hoy:

domingo, 10 de julio de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – JULIO 10

“Y fue la tarde y la mañana un día”. Génesis 1:5. 

LA tarde era “tinieblas” y la mañana “luz”, y, sin embargo, las dos unidas son llamadas por el nombre que le es dado a la luz sola. Esto es algo admirable, pero tiene una exacta analogía con la experiencia espiritual. En todo creyente hay tinieblas y luz; sin embargo, no puede llamársele pecador porque en él haya pecado, sino santo, pues posee santidad en algún grado. Será este un pensamiento muy reconfortante para los que lamentan sus flaquezas y preguntan: “¿Puedo ser hijo de Dios mientras haya en mí tantas tinieblas?” Sí; tú, a semejanza del día, no recibes tu nombre de la tarde, sino de la mañana, y en la palabra de Dios se habla de ti como si fueras perfectamente santo como lo serás pronto. Eres llamado hijo de luz aunque en ti aún hay tinieblas; eres llamado por la cualidad que en ti predomina delante de Dios, cualidad que un día será lo único que perdurará. Observa que la tarde vino primero. Naturalmente, en orden de tiempo, primero somos tinieblas y la tristeza viene frecuentemente primero, con nuestros funestos temores, de tal manera que nos impulsa a clamar en profunda humillación: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. La mañana está en segundo lugar; esta amanece cuando la gracia vence al hombre pecador. El siguiente es un gran aforismo de Juan Bunyan: “Lo último permanece para siempre”. Lo que es primero da lugar, en su debido tiempo, a lo último; pero nada viene después de lo último. De modo que, aunque por naturaleza eres tinieblas, cuando llegues a ser luz en el Señor, no habrá después ninguna tarde, pues “tu sol no se pondrá más”. El primer día en esta vida es una tarde y una mañana, pero el segundo día, cuando estemos con Dios para siempre, será un día con tarde, pero con un mediodía sagrado, elevado y eterno. 

Charles Haddon Spurgeon.