Versículo para hoy:

miércoles, 11 de enero de 2017

Pasos prácticos hacia la pureza - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Enero 11. Lo que les cuesta a otros mi obediencia

"Tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz", Lucas 23:26
Nuestra  obediencia a Dios  les cuesta  más a  otras personas que a  nosotros, y  es ahí donde comienza el dolor. Si amamos a nuestro Señor, la obediencia no nos cuesta nada y, por el contrario, es un deleite. Pero les cuesta mucho a quienes no lo aman. Ya que obedecer a Dios trastorna los planes de otras personas, ellas se burlarán de nosotros, diciendo: "¿A esto le llamas cristianismo?" Podemos evitar el sufrimiento, pero no si vamos a obedecer a Dios. Debemos dejar que se pague el precio.
Cuando nuestra obediencia empieza a costarles a otros un precio, nuestro orgullo humano se atrinchera y decimos: "Jamás aceptaré nada de nadie". Pero debemos hacerlo, o desobedeceremos a Dios. No tenemos ningún derecho a pensar que las relaciones que tenemos con otras personas deberían ser de una clase diferente de las que el mismo Señor mantuvo (ver Lucas 8:1-3).
El estancamiento en la vida espiritual se presenta cuando decimos que sólo nosotros vamos a sufrir todas las consecuencias. Y realmente no podemos. Por estar muy involucrados en los propósitos universales de Dios, otros se afectan de inmediato cuando lo obedecemos a Él. ¿Vamos a permanecer fieles en nuestra obediencia a Dios y estaremos dispuestos a sufrir la humillación porque rehusamos ser independientes? ¿O tomaremos la actitud opuesta, declarando que "no haremos sufrir a otras personas"? Podemos escoger desobedecer a Dios, lo cual aliviará enseguida la situación, pero contristaremos a nuestro Señor. Mientras que, si lo obedecemos, Él cuidará de aquellos que han sufrido las consecuencias de nuestra obediencia.
Simplemente debemos obedecer, y dejarle todas las consecuencias a Él. Guárdate de la tendencia a darle órdenes a Dios con respecto a lo que tú permitirás que suceda, si lo obedeces.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.