Versículo para hoy:

viernes, 16 de febrero de 2024

FEBRERO 16 - Nuevas Misericordias Cada Mañana - Paul David Tripp

 En Cristo tienes todo lo necesario para vivir en paz con Dios y con la gente que Él ha puesto en tu vida.

La gracia produce lo que tú y yo necesitamos desesperadamente y que, además, no tenemos el poder de producir por nosotros mismos: paz. ¡Jesús es realmente el Príncipe de paz! El pecado nos aleja de Dios y de los demás. El pecado nos hace enemigos de Dios y nos pone en conflicto constante con otras personas. El pecado nos excluye de las dos comunidades de amor en las que Dios nos ha destinado a vivir, una comunión de amor y alabanza con Dios y una comunión de amor con los demás. El pecado nos convierte en mejores luchadores y no en mejores compañeros. El pecado es antisocial; es fundamentalmente destructivo en las relaciones que forman nuestras vidas. Necesitamos paz de forma urgente, pero a veces parece que no existe esa paz. Es por esto que la profecía de Isaías en el Antiguo Testamento acerca del Príncipe de paz era tan importante, emocionante y alentadora (Isaías 9:6). Este mundo estaba gimiendo, cargado y destrozado por conflictos a nivel vertical y horizontal. El mundo y la gente que lo habitaba no podía resolver estos conflictos por sí solos. La paz parecía estar distante, como una ilusión. Pero entonces llegaron las palabras de Isaías.

Dios tenía una solución. No sería una negociación. No sería un llamado a la acción. No sería una estrategia. No, el regalo de Dios que obtendría la paz sería el regalo de Su Hijo. Él traería la paz que deseábamos, pero que no habíamos podido conseguir. Él viviría la vida que no hemos podido vivir y así, cumpliría lo que Dios requería. Él sufriría nuestro castigo, satisfaciendo la ira de Dios. Sería levantado de entre los muertos, venciendo al pecado y a la muerte. Él haría todo esto para que pudiéramos alcanzar aquello que nunca hemos podido lograr, ganar o merecer: la paz con Dios. La paz con Dios es el único camino que conduce hacia una paz duradera con los demás. Es únicamente cuando la paz de Dios gobierna en mi corazón que puedo tener verdadera paz con otros.

Esta es la buena noticia del evangelio. La paz vino, vivió, murió y resucitó. La paz reina a tu favor y habita en tu interior en la forma del Espíritu Santo. La paz te equipa con todo lo que necesitas, te redarguye, te perdona y te salva. La paz terminará su obra en ti y te dará la bienvenida en la gloria, donde vivirá contigo junto a la justicia por la eternidad. La paz no es un sueño inalcanzable. No, la paz es real. La paz es una persona, y su nombre es Jesús.

Para profundizar y ser alentado: Efesios 2:11-22