Versículo para hoy:

viernes, 13 de octubre de 2023

OCTUBRE 13 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“El dolor que es según Dios, obra arrepentimiento”.  2 Corintios 7:10.

EL dolor genuino y espiritual por el pecado es obra del Espíritu de Dios. El arrepentimiento es una flor muy delicada para que pueda crecer en el jardín natural. Las perlas se forman naturalmente en las ostras, pero el arrepentimiento nunca se manifiesta en los pecadores, a menos que la gracia divina lo obre en ellos. Si tienes una partícula de sincero odio al pecado, es porque Dios te lo ha dado, pues los abrojos de la naturaleza humana nunca producen un solo higo. “Lo que es nacido de carne, carne es”. El verdadero arrepentimiento alude claramente al Salvador. Cuando nos arrepentimos tenemos que fijar un ojo sobre el pecado y el otro sobre la cruz, o quizás sea mejor fijar los dos sobre Cristo y ver nuestras transgresiones sólo a la luz de su amor. El dolor por el pecado es eminentemente práctico. Ningún hombre puede decir que odia el pecado si vive en él. El arrepentimiento nos hace ver el mal del pecado, no sólo teóricamente, sino experimentalmente, así como un niño que se ha quemado teme al fuego. Nosotros temeremos al pecado en la misma forma en que un hombre, recientemente asaltado y despojado, teme al ladrón; y lo esquivaremos –lo esquivaremos en todas las cosas-; no sólo en las cosas grandes, sino también en las pequeñas, así como los hombres esquivan tanto las víboras pequeñas como las grandes serpientes. El sincero dolor por el pecado nos hará celosos de nuestras lenguas para que no digamos malas palabras. Vigilaremos diligentemente nuestras acciones diarias para que en nada ofendamos, y cada noche cerraremos el día con una sentida confesión de nuestras faltas, y cada mañana nos despertaremos con ansiosas oraciones a fin de que Dios nos sostenga ese día para no pecar contra él. El arrepentimiento sincero es continuo.

OCTUBRE 12 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“En tus mandamientos meditaré”. Salmo 119:15.

HAY ocasiones cuando la soledad es mejor que la compañía y el silencio más sabio que la conversación. Seríamos mejores cristianos si estuviésemos más solos, esperando en Dios y acumulando fuerzas, por la meditación de su Palabra, para emplearlas en su servicio. Tenemos que meditar en las cosas de Dios, pues es así como obtenemos de ellas el verdadero alimento. La verdad es semejante a un racimo de uva; si queremos obtener vino de él, tenemos que machacarlo; tenemos que estrujarlo y exprimirlo muchas veces. Los pies del que machaca tienen que caer sobre los racimos, de lo contrario el zumo no saldrá; y deben pisar bien las uvas; sino, gran parte del precioso líquido se desperdiciará. Así también nosotros debemos, por la meditación; pisar los racimos de la verdad, si de ellos queremos conseguir el vino de la consolación. Nuestros cuerpos no se sostienen con poner meramente los alimentos en la boca. El proceso por el cual se alimentan los músculos, los nervios y los tendones es el proceso de la digestión. Es por la digestión que asimilamos los alimentos. Nuestras almas no se alimentan atendiendo un poco a esta, otro poco a esa y otro poco a aquella parte de la verdad divina. Es necesario que el oír, el leer, el marcar y el aprender sean digeridos para que resulten verdaderamente provechosos; y la digestión de la verdad consiste, en su mayor parte, en meditarla. ¿Por qué algunos cristianos hacen tan lentos progresos en la vida espiritual, a pesar de oír tantos sermones? Porque descuidan sus oraciones privadas y no meditan concienzudamente la Palabra de Dios. Les gusta el trigo, pero no lo muelen; les agrada la mies, pero no van al campo a cosecharla. La fruta pende del árbol, pero no la arrancan; el agua fluye a sus pies, pero no se inclinan para beberla. ¡Oh, Dios, líbranos de esta insensatez! Sea esta nuestra resolución, esta mañana: “En tus mandamientos meditaré”.