Versículo para hoy:

viernes, 1 de diciembre de 2017

Purificación - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Diciembre 1. La Ley y el evangelio

"Porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos", (Santiago 2:10).
La ley moral no considera nuestras debilidades como seres humanos. De hecho, no tiene en cuenta nuestra herencia pecaminosa ni nuestras flaquezas, pero sí exige que seamos completamente rectos. La ley moral nunca cambia, ni por lo más noble del hombre ni por lo más débil. Es permanente y eternamente la misma. La ley moral que Dios ha ordenado no se vuelve débil para el débil, disculpando sus faltas; permanece intacta por todo el tiempo y la eternidad. Si no la percibimos así, es porque estamos más muertos que vivos. Sin embargo, en el momento en que lo entendemos nuestra vida se vuelve una tragedia. «Y yo sin la Ley vivía en un tiempo; pero al venir el mandamiento, el pecado revivió y yo morí» (Romanos 7:9). Cuando comprendemos esta verdad, el Espíritu de Dios nos convence de pecado. Mientras la persona no llegue a este punto y vea que no hay esperanza, la cruz de Jesucristo es una farsa para ella. La convicción de pecado siempre produce una conciencia terrible de la obligatoriedad de la ley y hace que el hombre pierda las esperanzas o quede vendido al pecado (ver Romanos 7:14). Yo, como pecador culpable, jamás puedo justificarme ante Dios; es imposible. La única forma de lograrlo es por la muerte de Jesucristo. Tengo que deshacerme de la idea de que gracias a mi obediencia puedo estar bien con Dios. ¡Quién de nosotros podría alguna vez obedecerlo hasta la absoluta perfección!
Nosotros sólo nos damos cuenta del poder de la ley moral cuando vemos que tiene una condición y una promesa. Pero Dios nunca nos obliga. Algunas veces quisiéramos que nos obligara a ser obedientes y otras que nos dejara tranquilos. Siempre que la voluntad de Dios prevalece, Él quita todas las presiones, y cuando deliberadamente elegimos obedecerlo, no escatima la estrella más remota y da hasta el último grano de arena para que nos ayuden con toda la omnipotencia de Él.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

La humildad de Cristo - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Noviembre 30. Por la gracia de Dios soy lo que soy

"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no ha sido en vano para conmigo", 1 Corintios 15:10
Para el Creador es un insulto la manera como hablamos continuamente de nuestras incapacidades. Quejarnos de nuestra incompetencia es una acusación falsa contra Dios, por no habernos tenido en cuenta.
Acostúmbrate a examinar desde la perspectiva divina las circunstancias que les parecen humildes a los hombres y quedarás atónito por lo sorprendentemente inadecuadas e irrespetuosas que son para Dios.
"Oh, yo no debería decir que he sido santificado. No soy santo". Decir eso delante de Él significa: "No, Señor, es imposible para ti salvarme y santificarme; hay oportunidades que no he tenido y son muchas las imperfecciones en mi cerebro y mi cuerpo. No, Señor, no es posible". Eso le podrá sonar maravillosamente humilde a los hombres, pero ante los ojos de Dios es una actitud desafiante.
Por otro lado, lo que a Dios le parece humilde, para los hombres puede ser exactamente lo contrario.
Decir: "Gracias Señor, porque sé que soy salvo y santificado", es la más pura expresión de humildad.
Significa que te has rendido a Dios de una forma tan completa que sabes que Él es fiel y verdadero.
Nunca te preocupes por saber si lo que dices suena humilde o no ante los demás. Pero siempre sé humilde ante Dios y deja que Él sea tú todo en todo.
La única relación personal importante es la que tienes con tu redentor y Señor personal. Deja que todo lo demás se vaya, pero mantén esta relación, cueste lo que cueste y Dios cumplirá su propósito a través de ti.
Tu vida particular puede ser de incalculable valor para los propósitos divinos.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.