Versículo para hoy:

miércoles, 25 de marzo de 2020

Personas quebrantadas - Nancy DeMoss Wolgemuth



25 de marzo - Los maridos y las mujeres - Ray Stedman



Este versículo no es sencillamente un ejemplo de un lenguaje hermoso y poético. Hay una realidad fundamental tras este concepto: el marido y la mujer no son sencillamente dos personas que están viviendo juntas. De hecho sus vidas se fusionan, convirtiéndose en una. Por lo tanto, es verdad que lo que perjudica a la esposa, perjudica al marido, y no se puede evitar que sea así. Si él se siente amargado con ella, le corroerá como un cáncer en su propia vida y en su corazón. Es por eso que si ha tenido usted una disputa con su esposa, es muy posible que descubra usted que ese día es incapaz de realizar bien su trabajo.
En el gran libro de ayuda The Struggle for Peace (La lucha por la paz), el Dr. Henry Brandt cuenta el caso de una mujer que acudió a él debido a un gran temor que sentía al ir a los supermercados. Acudió a él para que le ayudase con este problema, y él confió, como lo hace siempre, en la sabiduría de las Escrituras. Recordando el versículo: “El perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18b), empezó a buscar una violación del amor en la vida de ella, porque el temor se pone de manifiesto cuando hay algo que impide que el amor fluya. Él le dijo a la mujer: “¿Con quién está usted enojada?” Finalmente pudo darse cuenta de que estaba enojada con su marido por un incidente que había sucedido unos cuantos años antes en un supermercado cuando tuvieron una desagradable discusión. Como resultado de ello, ella se sentía emocionalmente inquieta siempre que iba a un supermercado. Cuando ella se enfrentó con su falta de amor, su temor desapareció. Lo que había sucedido debido a su herida hacia él, se reflejó en ella misma. Esto también es cierto en el caso del marido respecto a la esposa. Si entendiésemos esto y nos diésemos cuenta de que el herir a nuestro cónyuge es lo mismo que coger un martillo y golpearnos con él sobre la cabeza o descuidar alguna parte de nuestro cuerpo, dejaríamos de intentar hacernos daño el uno al otro. Cuando herimos a nuestro cónyuge, normalmente eso vuelve de alguna manera sobre nosotros.
El punto final que suscita aquí el apóstol es el que aparece en el versículo 33: “Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”. Fíjese usted que la base para realizar esto es que los dos compañeros del matrimonio cumplan con sus responsabilidades para con Cristo, sea lo que fuere lo que haga el otro; esa es la clave. No es “espera hasta que él empiece a amarme y entonces me someteré a él”, o “espera hasta que ella se someta a mí y entonces la amaré”, sino que es esencial para su responsabilidad ante Cristo, sea lo que fuere lo que haga el otro. El hacerlo de este modo rompe el círculo vicioso del conflicto en el matrimonio y sirve para restablecer la paz y permite al otro cumplir con su responsabilidad.
Yo he visto cómo la obediencia unilateral hace maravillas en las relaciones matrimoniales. Los maridos y las mujeres se han unido; se ha restaurado la armonía en los hogares amargamente divididos; la gracia y la paz han comenzado a reinar donde antes había batalla y conflicto, violencia y toda una situación fea. Por lo tanto, maridos, amen a su mujer como a sí mismos, y que la esposa se asegure de respetar a su marido.
Dios, concédeme el deseo y el que esté dispuesto a ser obediente al Señor Jesús, que está conmigo en todas las circunstancias y en cada relación en mi vida, sea cual sea la manera de actuar de la otra persona.



Aplicación a la vida

La obediencia a Cristo restablece la gracia y la paz en las relaciones conflictivas. ¿Reconocemos nosotros la verdadera sumisión como el reconocimiento profundo del significado de Su Presencia?



¿Quién te levanta? - Nancy DeMoss Wolgemuth



24 de marzo - La cura para el conflicto - Ray Stedman



Al decir esto, el apóstol está tratando acerca del remedio básico para todos los conflictos en nuestros días. Pablo aplica este principio al tema de la relación entre el marido y la mujer, que introduce a su vez todo el tema del matrimonio y el divorcio, así como los problemas que se producen como resultado de ellos. A continuación habla acerca del tema de los hijos y los padres, lo cual introduce además todo el tema de la delincuencia juvenil, sus causas y lo que se puede hacer al respecto. Después habla acerca del tema del gobierno o administración y el trabajo. En cada caso, el remedio es siempre el mismo: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”.
Si nosotros sentimos el menor deseo de ser parte de una solución en relación con los temas que nos rodean actualmente, es preciso que lo hagamos entendiendo lo que Dios ha revelado acerca del centro mismo del problema. Debemos regresar a la causa de todas las disputas humanas. No hay nadie que no haya hecho en un momento u otro la pregunta: “¿Cómo puedo tener la máxima satisfacción en la vida? ¿Cómo puedo alcanzar la máxima expresión de mi potencial? ¿De qué manera puedo sentirme realizado?” No tiene nada de malo hacer estas preguntas porque Dios ha hecho que sintamos estos anhelos en nuestro interior, pero lo que está muy mal es hacerlas de esta manera.
Cuando hacemos estas preguntas de este modo, estamos preguntando como si fuésemos la única persona en el mundo, como si fuésemos responsables de nuestro propio desarrollo. Antes o después, en mis esfuerzos por desarrollarme y para obtener satisfacción, me encuentro en una trayectoria de colisión con alguna otra persona que está intentando conseguir lo mismo. Descubro que mis esfuerzos por satisfacerme a mí mismo están siendo continuamente saboteados por otros que están intentando conseguir la satisfacción de la misma manera. Yo insisto en mis derechos y otros insisten en los suyos, de manera que nos convertimos en obstáculos los unos para con los otros.
Pero Pablo cambia todo el patrón para los cristianos introduciendo dos factores radicales que alteran toda la situación. Para empezar, el cristiano no debe nunca olvidar que en cada una de las relaciones en la vida, se halla presente otra persona, de manera que no se trata sencillamente de un problema sobre lo que yo quiero contra lo que quiere usted. En cada relación, nos recuerda el apóstol, está presente una tercera Persona, el Señor Jesucristo.
Con esto llegamos a la segunda cuestión. Cuando yo me encuentro en disparidad de condiciones con otra persona, el ver que Cristo también se encuentra presente es hacer que sea consciente de inmediato de lo que Él me ha enseñado. Es solo cuando me olvido de mí mismo y me dedico a que otra persona se sienta realizada, que descubriré que en mi corazón abundan la gracia y la satisfacción. Este es uno de los misterios fundamentales de la vida y es algo que vemos confirmado cada día. Aquellos que intentan desesperadamente satisfacerse a sí mismos son aquellos que acaban sintiéndose interiormente vacíos. Nuestro Señor lo explicó de la siguiente manera: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25).
Se convierte, pues, en una cuestión de prioridades. No puede usted defender sus derechos insistiendo en ellos. Solo los conseguirá cuando se esfuerce por defender los derechos de otros. ¿Se atreve usted a poner en práctica este principio allí donde vive?
Padre, te doy gracias por una palabra que llega a lo más hondo de mi ser, que es penetrante y deja todo al desnudo, sin que nada permanezca oculto. Sé que esta es una dulce operación del Espíritu Santo que sana, perdona, limpia y restaura.



Aplicación a la vida

Cuando nosotros insistimos en nuestros derechos y otras personas insisten en los suyos, nos convertimos en obstáculos los unos para con los otros. ¿Cuál es uno de los misterios básicos en la vida que evita que se produzca el conflicto humano?