Versículo para hoy:

martes, 5 de abril de 2016

El valor del tesoro oculto - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – ABRIL 5

“Delante de la honra está la humildad”. Proverbios 15:33.

LA humildad de alma siempre trae consigo una bendición positiva. Si vaciamos nuestros corazones de nosotros mismos, Dios los llenará con su amor. El que desee íntima comunión con Cristo tiene que recordar la palabra del Señor: “A aquel miraré que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra”. Agáchate si quieres subir al cielo. ¿No decimos de Jesús: “descendió para que pudiese ascender”? Así debes hacer tú. Debes descender para que puedas ascender, pues la más dulce comunión con el cielo la obtienen las almas humildes y sólo ellas. Dios no negará ninguna bendición a un espíritu enteramente humilde. “Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”, con todas sus riquezas y tesoros. Todo el tesoro de Dios será transferido por escritura de dádiva al alma que sea suficientemente humilde como para recibir esta riqueza sin enorgullecerse. Dios nos bendice a todos hasta la plena medida y extremidad de lo que es conveniente para él hacer. Si tú no obtienes una bendición es porque no es conveniente para ti tenerla. Si nuestro Padre Celestial permitiera que tu espíritu no humillado ganara una victoria en su santa guerra, tú hurtarías la corona y, al encontrarte con un nuevo enemigo, caerías víctima. Es por eso que para tu propia seguridad, él te mantiene humilde. Cuando un hombre es sinceramente humilde y nunca se atreve a tocar siquiera un grano de alabanza, no hay límite alguno para lo que Dios hará por medio de él. La humildad nos prepara para ser bendecidos por el Dios de toda gracia y nos pone en condiciones de tratar eficientemente con nuestros prójimos. La humildad es una flor que adornará cualquier jardín. Es esta una salsa con la que se puede sazonar cualquier plato de la vida y tú hallarás un progreso en cada caso. Tanto en la oración como en la alabanza, en el trabajo como en el sufrimiento, la genuina sal de la humildad no puede ser usada con exceso.

Charles Haddon Spurgeon.