Versículo para hoy:

martes, 5 de enero de 2016

Dile NO al consejo del impío - Nancy Leigh DeMoss

LECTURAS VESPERTINAS – ENERO 5

“Y vio Dios la luz”. Génesis 1:4.

ESTA mañana, en “Lecturas Matutinas”, notamos la bondad de la luz y la división que el Señor hizo entre ella y las tinieblas. Observemos ahora cómo mira Dios la luz. “Vio Dios la luz”. La miró con satisfacción, la contempló con placer, “vio que era buena”. Si el Señor te ha dado luz, querido lector, él mira esa luz con particular interés, pues no sólo la quiere por ser obra de sus manos, sino porque es semejante a él que “es la luz”. Para el creyente es un placer saber que Dios observa con tanto cariño la obra de gracia que él empezó. Dios nunca pierde de vista el tesoro que colocó en nuestros vasos de barro. Algunas veces nosotros no podemos ver la luz, pero Dios siempre la ve; y es mucho mejor que sea así. Es mejor que el juez vea mi inocencia y no que yo piense que la veo. Es para mí muy agradable saber que soy un componente del pueblo de Dios; pero, aunque no lo supiera, con tal que lo sepa el Señor, estoy fuera de peligro. Este es el fundamento: “Conoce el Señor a los que son suyos”. Tú, quizás, estés sollozando y gimiendo a causa del pecado innato, y, posiblemente, estés llorando en tus tinieblas, pero, sin embargo, el Señor ve “luz” en tu corazón, pues él la puso allí, y las oscuridades y tinieblas de tu alma no pueden ocultar tu luz de sus misericordiosos ojos. Quizás estés hundido en el desaliento y hasta en la desesperación, pero si tu alma anhela a Cristo y procura descansar en su consumada obra, Dios ve la luz. No sólo la ve, sino también la preserva en ti. “Yo, el Señor, la guardo”. Estas palabras constituyen un valioso estímulo para los que, después de ansiosa vigilancia y cuidado de sí mismos, sienten su impotencia para conservar esa luz. La luz, así preservada por su gracia, será transformada por él en el esplendor del mediodía y en la plenitud de gloria. La luz que está en el corazón señala la aurora del eterno día.

Charles Haddon Spurgeon.