Versículo para hoy:

jueves, 4 de agosto de 2016

Esperando por el esposo o hijo pródigo que amas - Betsy Childs

¿Estás viviendo como una vencedora?  | Aviva Nuestros Corazones

LECTURAS VESPERTINAS – AGOSTO 4

“Os herí con viento solano, y con tizoncillo, y con granizo en toda obra de vuestras manos”. Hageo 2:17.

¡CUÁN destructor es el granizo para las erguidas mieses, pues tira al suelo el precioso grano! ¡Cuán agradecidos debemos estar cuando el trigo se libra de tan terrible ruina! Ofrezcamos al Señor acciones de gracia. Aun más terribles son los misteriosos destructores: el añublo y el tizoncillo que convierten las espigas en un montón de hollín o las pudren o desecan el grano que contienen, y, todo esto, en una forma que está fuera del dominio humano, de modo que el agricultor se ve compelido a decir: “Este es el dedo de Dios”. Innumerables honguitos causan el daño y, si no fuera por la bondad de Dios, el que cabalga sobre el caballo negro sembraría hambre por toda la tierra. La infinita misericordia cuida el alimento de los hombres, pero en vista de los activos agentes que están prontos para destruir la cosecha, se nos ha enseñado muy sabiamente a orar: “Danos hoy nuestro pan cotidiano”. Este azote lo hallamos por todas partes; tenemos, pues, una permanente necesidad de bendición. Cuando el pulgón y el tizoncillo vienen, vienen como castigo del cielo, y los hombres deben aprender a acatarlo tanto a él como al que lo envía. Espiritualmente el tizoncillo no es un mal extraño. Aparece cuando la obra promete más. Esperamos muchas conversiones y, he aquí, una apatía general, una creciente mundanalidad o una cruel dureza de corazón se hacen presentes. Puede ser que no haya pecado manifiesto en aquellos a favor de quienes estamos trabajando, pero sí hay una deficiencia de sinceridad y de decisión que defrauda nuestros deseos. Aprendemos de esto nuestra dependencia del Señor y la necesidad de oración para que ningún tizoncillo se presente en nuestra obra. El orgullo y la pereza espiritual pronto traerán sobre nosotros este espantoso mal y sólo el Señor de la mies puede eliminarlo. El tizoncillo puede atacar nuestros corazones y marchitar nuestras oraciones y ejercicios religiosos. Quiera el gran Labrador impedir tan seria calamidad. ¡Alumbra, bendito Sol de Justicia, y quita los tizoncillos!

Charles Haddon Spurgeon.