Versículo para hoy:

jueves, 17 de abril de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(b) En segundo lugar, si no ama a Cristo, le diré directamente cuál es la razón. Usted no tiene conciencia de que le debe algo a él. No siente ninguna obligación hacia él. No recuerda haber recibido nada de él. Si este es el caso, es lógico que no lo ama.

    Existe un solo remedio para su condición. Ese remedio es conocerse a sí mismo y la enseñanza del Espíritu Santo. Los ojos de su entendimiento tienen que abrirse. Tiene que analizar quién es por naturaleza. Tiene que descubrir ese gran secreto, su culpabilidad y vaciedad a la vista de Dios.

    Quizá usted nunca lee su Biblia u, ocasionalmente, lee algún capítulo simplemente como un formulismo, sin interés, sin comprender y sin hacer una aplicación práctica a su vida. Siga hoy mi consejo y cambie su manera de ser. Comience a leer la Biblia reflexivamente y no descanse hasta familiarizarse con ella. Lea lo que la ley de Dios requiere, tal como lo explica el Señor Jesús en el capítulo cinco de Mateo. Lea cómo Pablo describe a la naturaleza humana en los dos primeros capítulos de su Epístola a los Romanos. Estudie pasajes como estos con espíritu de oración para recibir la enseñanza del Espíritu y luego diga si es un deudor a Dios o no. Pregúntese si es un gran deudor que necesita un Amigo como Cristo.

    Quizá nunca ha sabido usted nada de la oración real y profunda. Está acostumbrado a tratar el cristianismo como asunto de las iglesias, congregaciones, prácticas, cultos y domingos, pero no como algo que requiere la atención seria y sentida del hombre interior. Siga hoy mi consejo y cambie su manera de pensar. Comience el hábito de rogar a Dios por su alma con sinceridad y de todo corazón. Pídale que le dé luz, enseñanza y autoconocimiento. Suplíquele que le muestre lo que necesita saber para la salvación de su alma. Haga esto con todo su corazón y su alma, y no dudo que pronto sentirá que necesita a Cristo.

    El consejo que le doy puede parecer simple y trillado. No lo rechace por esa razón. Es el sendero antiguo que millones han transitado ya y, felizmente, han encontrado paz para sus almas. No amar a Cristo es estar en peligro inminente de ruina eterna. Ver que necesita a Cristo y la asombrosa deuda que tiene con él es el primer paso para amarlo. Conocerse a sí mismo y comprender su verdadera condición ante Dios es la única manera de ver su necesidad. Escudriñar el Libro de Dios y pedirle luz en oración es el rumbo correcto para obtener un conocimiento salvador. No se crea demasiado superior, negándose a seguir el consejo que le doy. Sígalo y sea salvo.

    (c) En último lugar, si quiere aprender algo acerca de amar a Cristo, acepte dos palabras de consolación y consejo. Quiera Dios que le hagan bien.

    Para empezar, si ama a Cristo, de hecho y en verdad, regocíjese pensando que tiene una buena evidencia con respecto al estado de su alma. El amor es una evidencia de la gracia. ¿Qué, si alguna vez siente dudas? ¿Qué, si le resulta difícil decir si su fe es genuina y su gracia auténtica? ¿Qué, si su vista está tan borrosa por las lágrimas que no puede distinguir claramente su llamado y elección de Dios? Aun así, hay razón para tener esperanza y fuerte consolación si su corazón puede testificar que ama a Cristo. Donde hay verdadero amor, hay fe y gracia. No lo amaría usted si él no hubiera hecho algo por usted. Su amor es una muestra positiva.

    En segundo lugar, si ama a Cristo no se avergüence de que los demás lo vean y lo sepan. Hable en nombre de él. Testifique de él. Viva para él. Trabaje para él. Si Él lo ha amado y limpiado de los pecados con su propia sangre, no se mantenga callado acerca de lo que siente, y devuelva su amor. "Dígame", le dijo un inglés insensato e incrédulo a un indio norteamericano convertido: "Dígame, ¿por qué le da tanta importancia a Cristo y por qué habla tanto de él? ¿Qué ha hecho este Cristo por usted para que lo alabe tanto?" El indio no le respondió con palabras. Juntó hojas y musgos secos y formó un círculo con ellos. Luego tomó un gusano y lo puso en el centro del círculo. Encendió un fósforo y prendió fuego a las hojas y el musgo. Pronto las llamas corrieron por todo el círculo y el gusano empezó a encogerse y retorcerse de dolor y, después de tratar en vano de encontrar una salida, se hizo un ovillo en el centro, como en agonía. En ese momento, el indio extendió la mano, levantó suavemente al gusano y lo puso en su regazo. "¿Ve este gusano?", le preguntó al inglés y siguió diciendo: "Yo era esa criatura a punto de perecer. Me estaba muriendo en mis pecados, sin esperanza, indefenso y al borde de un fuego eterno. Jesucristo fue quien extendió su brazo poderoso. Jesucristo fue quien me liberó con la mano de su gracia e impidió que ardiera en un fuego eterno. Jesucristo fue quien me guardó a mí, un pobre gusano pecador, cerca del corazón de su amor. Así que, señor, esa es la razón que tengo para hablar de Jesucristo y alabarle tanto. No me avergüenzo de él porque lo amo".

    Si hemos de saber algo del amor de Cristo, ¡sepamos lo que sabía este indio! ¡Dios quiera que nunca pensemos que amamos a Cristo demasiado, que vivimos para él demasiado, que lo confesamos con demasiada valentía ni que nos entregamos a él con demasiada consagración! De todas las cosas que nos sorprenderán en el día de la resurrección, creo que lo que más nos sorprenderá es que no amamos más a Cristo antes de morir.