Versículo para hoy:

sábado, 1 de octubre de 2022

Octubre 1 La cumbre de la exaltación - OSWALD CHAMBERS

"Y los llevó aparte solos a un monte alto", Marcos 9:2

Todos hemos tenido un tiempo de exaltación en el monte, cuando vimos las circunstancias desde el punto de vista divino y quisimos quedarnos allí. Pero Dios nunca lo permitirá. La verdadera prueba de nuestra vida espiritual es tener la capacidad de descender. Si sólo tenemos poder para el ascenso, algo anda mal. Es maravilloso estar en el monte con Dios, pero una persona solo llega allí para luego bajar hasta el valle de los poseídos por el diablo y levantarlos. No fuimos hechos para los montes, los amaneceres o para otras atracciones hermosas de la vida, las cuales sólo sirven para los momentos de inspiración. Fuimos hechos para el valle y las circunstancias comunes de la vida. Es ahí donde debemos demostrar nuestro grado de resistencia y fortaleza. Sin embargo, por nuestro egoísmo espiritual siempre queremos momentos repetitivos en el monte. Nos parece que podríamos hablar y vivir como ángeles perfectos, si tan sólo pudiéramos permanecer en la cima. Esos momentos de exaltación son excepcionales y tienen un significado en nuestra comunión con Dios, pero debemos cuidarnos de que nuestro egoísmo espiritual quiera hacer de ellos el único momento. 

Tenemos la tendencia a pensar que todo lo que sucede debe convertirse en una enseñanza útil, pero, en realidad, debe convertirse en carácter, lo cual es mejor que una enseñanza. La cima del monte no es para enseñarnos algo, sino para que seamos algo. Hay una trampa terrible detrás de la pregunta: "¿Para qué sirve esta experiencia?" Nunca podremos medir los asuntos espirituales de esta manera. Los momentos en la cima del monte son raros y tienen un propósito específico dentro de los planes de Dios.

Septiembre 30 El encargo del llamamiento - OSWALD CHAMBERS

"Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia", Colosenses 1:24

Nosotros hacemos de nuestra consagración espiritual un llamamiento. Pero cuando llegamos al punto de andar bien con Dios, Él echa todo a un lado y nos administra un dolor terrible para asegurar nuestra atención en algo que nunca soñamos, podría ser su llamamiento. Y por un momento resplandeciente vemos su propósito y decimos: "Heme aquí, envíame a mí", Isaías 6:8. 

Este llamamiento no tiene nada que ver con la santificación personal, sino con volvernos pan partido y vino derramado. Pero Dios nunca podrá convertirnos en vino si le ponemos objeciones a los dedos que Él utiliza para exprimirnos. Decimos: "¡Si Dios pusiera su mano sobre mí de una manera especial para volverme pan partido y vino derramado!” Sin embargo, nos negamos a que Él utilice como exprimidor a alguien que nos desagrada, o a ciertas circunstancias sobre las cuales dijimos que jamás nos someteríamos. Nunca debemos tratar de elegir el escenario de nuestro propio martirio. Si nos vamos a convertir en vino, tendremos que ser exprimidos. Las uvas no se pueden beber y sólo se vuelven vino cuando se trituran. 

Quién sabe cuál dedo, cuál pulgar ha estado usando Dios para exprimirte. ¿Has sido tan duro como el mármol y te has escapado? Entonces, todavía no estás maduro y si Dios te hubiera exprimido así, el vino sería notoriamente amargo. Ser una persona santa significa que los elementos de nuestra vida natural experimentan la presencia de Dios mientras Él los quebranta providencialmente para su servicio. Debemos ser colocados en Él y amoldados a su forma, antes de que podamos ser pan partido en sus manos. Mantén una correcta comunión con Dios y déjalo hacer lo que quiera. Así verás que está produciendo la clase de pan y vino que beneficiará a sus otros hijos.