Versículo para hoy:

viernes, 23 de febrero de 2024

FEBRERO 23 - Nuevas Misericordias Cada Mañana - Paul David Tripp

 ¿Por qué ponemos nuestra esperanza en la cruz de nuestro Señor Jesucristo y, aun así, le pedimos a la ley que haga lo que solo la gracia puede realizar?

Sucede todos los días en los hogares cristianos alrededor del mundo. Padres con buenas intenciones, deseosos de ver a sus hijos hacer lo que es correcto, le piden a la ley que haga en las vidas de sus hijos lo que solo la gracia puede cumplir. Piensan que si cuentan con las reglas, las reprimendas o amenazas adecuadas y con una constante ejecución de estas, entonces sus hijos estarán bien. Estos padres parecen no entender que han reducido su rol a meros fiscales, jueces y carceleros. Piensan que su trabajo es hacer cualquier cosa que pueda moldear, controlar y regular el comportamiento de sus hijos. Con el afán de buscar controlar su comportamiento, recurren a las amenazas ("Te haré temer lo suficiente para que no vuelvas a hacer esto"), manipulación ("Encontraré algo que realmente deseas y te diré que te lo daré solo si me obedeces") y culpa ("Te haré sentir tan mal, tan avergonzado, que decidirás no hacer esto nuevamente").

Esta forma de pensar niega dos principios bíblicos. El primero es que, antes de ser un tema de comportamiento, el pecado es un asunto del corazón. Pecamos porque somos pecadores. Por ejemplo, la ira es siempre un asunto del corazón antes de ser un acto de agresión física. Es importante que reconozcamos esto, ya que ningún ser humano tiene el poder de cambiar el corazón de otro ser humano. El segundo principio es que, si las amenazas, la manipulación y la culpa pudieran hacer cambios duraderos en las vidas de otras personas, Jesús no tendría que haber venido al mundo. Así que esta forma de pensar niega el evangelio que decimos apreciar. En efecto, le pide a la ley que haga lo que solo Dios con su maravillosa gracia puede realizar. Si niegas el evangelio en cualquier nivel, intentarás crear, con medios humanos, lo que solo Dios puede crear con Su gracia poderosa, y eso nunca te llevará a algo bueno.

Gracias a Dios, Él no ha dejado a nuestra suerte el poder para cambiar. Él nos da Su gracia transformadora y nos llama a ser instrumentos de esa gracia en Sus manos redentoras. Nos quita la carga del cambio de nuestros hombros y nunca nos llama a hacer aquello que solo Él puede hacer. Expongamos, pues, a nuestros hijos a la ley de Dios y ejerzamos autoridad; al mismo tiempo busquemos ser herramientas de cambio en las manos del Dios cuya gracia es mayor que todos los pecados que enfrentamos.

Para profundizar y ser alentado: Romanos 5:12-21

FEBRERO 22 - Nuevas Misericordias Cada Mañana - Paul David Tripp

 La envidia niega la gracia. La presunción de la envidia es que nosotros merecemos lo que a otro se le ha dado, cuando, en realidad, tú y yo no merecemos nada.

La envidia es enfocarse en uno mismo y en su propia justicia. Te lleva a ponerte en el centro del mundo. Hace que todo se trate de ti. Te dice que tú mereces lo que realmente no mereces. La envidia exige y es demandante. La envidia establece que eres alguien que no eres y que mereces aquello que no te pertenece. La envidia no puede celebrar la bendición de los otros porque te dice que tú lo merecías más. La envidia te dice que te has ganado aquello que jamás podrías obtener. El mundo de la envidia no se mezcla con el mundo de la gracia, así como el aceite no puede mezclarse con el agua. La envidia olvida quién eres, olvida quién es Dios y confunde el verdadero significado de la vida.
A pesar de esto, la verdad es que todos luchamos con la envidia de alguna manera.
Nos irrita saber que la persona a nuestro lado haya alcanzado el éxito financiero que nosotros nunca hemos disfrutado. Deseamos que nuestro matrimonio fuera tan feliz como el de nuestros amigos en la iglesia. Nos preguntamos por qué tenemos el trabajo que tenemos cuando alguien más tiene una carrera más exitosa. Envidiamos las amistades de los demás ya que parecen amorosas y amables. Deseamos poder comer tanto como esa persona y estar tan delgada como ella. El alto desea no ser tan alto, y quien no es tan alto, desearía mirar a las personas hacia abajo. La de cabello rizado codicia el cabello liso y la de cabello liso envidia a la rizada. El inteligente envidia al carismático y el carismático desearía tener mejores notas. La envidia es universal porque el pecado también lo es.
La envidia tiene su raíz en el pecado del egoísmo (ver 2 Corintios 5:14-15). La envidia es egoísta porque el egoísta cree merecer todo y, como cree merecer todo, demanda todo; debido a que es demandante, tiende a juzgar la bondad de Dios basándose en su disposición a pedirle lo que cree merecer y, debido a que juzga a Dios basado en lo anterior, termina dudando de Su bondad. Cuando dudas de la bondad de Dios, no puedes correr a Él en busca de ayuda. La envidia es un desastre espiritual.
La gracia te recuerda que no mereces nada, pero no se detiene allí -te confronta con la verdad de que Dios es gloriosamente amoroso, lleno de gracia, amable y que nos llena de cosas que no podríamos merecer. La gracia también nos recuerda que Dios es sabio y que nunca se equivoca; Él nos da a cada uno exactamente lo que sabe que necesitamos.

Para profundizar y ser alentado: Santiago 3: 13-18