Versículo para hoy:

domingo, 31 de julio de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – JULIO 31

“Y de estos había cantores…, de día y de noche estaban en aquella obra”.

TAN bien ordenado estaba esto en el templo que el canto sagrado nunca cesaba. Continuamente los cantores alababan al Señor, cuya misericordia permanece para siempre. Como la gracia no cesaba de regir tanto de día como de noche, así, tampoco la música silenciaba su santo ministerio. Corazón mío, hay para ti en estos incesantes cantos del templo de Sión, una lección que te es enseñada melodiosamente: Tú también eres un deudor; mira, pues, que tu gratitud, a semejanza de la caridad, nunca falte. La alabanza de Dios es constante en el cielo, donde estará tu permanente morada; aprende pues, a cantar el eterno aleluya. En todo lugar de la tierra, mientras el sol derrama su luz, sus rayos mueven a los agradecidos creyentes a entonar himnos matutinos, de suerte que, por el sacerdocio de los santos, las alabanzas perpetuas se mantienen en todo momento. Estos creyentes rodean nuestro globo con un manto de acción de gracias y lo ciñen con un áureo cinto de cantos. El Señor merece ser alabado siempre por lo que él es en sí mismo, por sus obras de creación y providencia, por su bondad para con sus criaturas y, especialmente, por la trascendente obra de la redención y por la maravillosa bendición que se desprende de ella. Es siempre provechoso alabar al Señor; pues ello alegra el día, aclara la noche, alivia el trabajo, mitiga el dolor y derrama sobre las alegrías terrenales un esplendor santificante con el fin de que estas no nos cieguen con su brillo. ¿No tienes nada acerca de qué cantar en estos momentos? ¿No podemos componer un canto sobre los goces presentes, sobre las pasadas liberaciones o sobre nuestras futuras esperanzas? La tierra da sus frutos estivales; el forraje es almacenado, el rubio grano espera la hoz, y el sol mientras tarda en ponerse con el fin de seguir resplandeciendo sobre la fecunda tierra, acorta las horas de oscuridad para que podamos prolongar las horas de piadoso culto. Determinémonos, por amor de Jesús, a terminar el día con un salmo de gozo santificado.

Charles Haddon Spurgeon.