Versículo para hoy:

lunes, 4 de julio de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – JULIO 4

“El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a la vanidad, ni jurado con engaño”. Salmo 24:4.

LA santidad externa, práctica, es muy preciosa señal de gracia. Tememos que muchos creyentes hayan pervertido la doctrina de la justificación por la fe de tal manera que traten las buenas obras con desprecio. Si esto es cierto, recibirán los tales un eterno menosprecio en el gran día final. Si nuestras manos no están limpias, lavémoslas en la preciosa sangre de Jesús y después levantemos manos puras a Dios. Pero “limpio de manos” no será suficiente, a menos de que esté conectado con “puro de corazón”. La verdadera religión es obra del corazón. Podemos lavar la parte exterior del vaso o del plato como queramos, que, si la parte interior está sucia, estamos completamente sucios en la presencia de Dios, pues nuestros corazones son más realmente nuestros que nuestras manos. La vida misma de nuestro ser reside en nuestro interior; de ahí la urgente necesidad de que sea puro. El limpio de corazón verá a Dios; todos los demás son sólo ciegos murciélagos. El hombre que ha nacido para el cielo “no eleva su alma a la vanidad”. Todos los hombres tienen sus goces, por los cuales sus almas son elevadas. El mundano eleva su alma en placeres carnales, que son meras vanidades; pero el santo ama más las cosas sustanciales. Como Josafat, se eleva en los caminos del Señor. El que se satisface de las cáscaras será contado con los cerdos. ¿Te satisface el mundo? Entonces tienes tu premio y porción en esta vida; aprovéchala mucho, porque no conocerás otro gozo.
“Ni jurado con engaño”. Los santos son hombres de honor invariable. El único juramento del cristiano es su palabra, pero ella es tan buena como veinte juramentos de otros hombres. Las palabras falsas excluirán a cualquier hombre del cielo, porque el mentiroso no entrará en la casa de Dios, cualquiera sean sus profesiones de fe o sus hechos. Lector, ¿te condena este texto? ¿Esperas tú escalar el collado del Señor?

Charles Haddon Spurgeon.