I. Cosas a las que renunció Moisés
Primero, entonces, hablaré de a lo que Moisés renunció y lo que rechazó.
Moisés dejó atrás tres cosas por el bien de su alma. Sentía que su alma no sería salva si no las dejaba, así que renunció a ellas. Y al hacerlo, afirmo que hizo tres de los sacrificios más grandes que el corazón del hombre puede hacer. Veamos.
(a) Renunció a su jerarquía y grandeza.
"Rehusó llamarse hijo de la hija de faraón". Todos conocemos su historia. La hija de faraón había preservado su vida cuando él era un infante. E hizo más: Lo adoptó y educó como si hubiera sido su propio hijo.
Según los historiadores, ella era la única hija de faraón. ¡Algunos van más allá y dicen que por lógica, Moisés algún día sería Rey de Egipto1! Esto puede o no, ser cierto; no podemos saberlo. Baste decir que, por su relación con la hija de faraón, Moisés pudiera haber sido, si hubiera querido, un gran hombre según los parámetros humanos. Si se hubiera contentado con la posición en que se encontraba en la corte egipcia, fácilmente hubiera estado entre los principales (o ser el principal) en la tierra de Egipto.
Pensemos por un momento en lo grande que era esta tentación.
Era un hombre con pasiones similares a las nuestras. Pudiera haber tenido toda la grandeza que el mundo puede ofrecer. Tenía por delante y a su alcance: jerarquía, poder, posición, honor, títulos y categoría. Estas son cosas por las que muchas personas están luchando continuamente. Estos son los premios por los que el mundo corre sin cesar para obtener. Ser alguien, ser admirado, subir de posición en la sociedad, tener un título antes de su nombre, son cosas por las cuales muchos sacrifican su tiempo, sus pensamientos, su salud y su vida misma. Pero Moisés no los aceptó como regalos. Les dio la espalda. Los rechazó. ¡Renunció a ellos!
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1En los países orientales se aprovecha la libertad de adoptar hijos que no son de la misma sangre y otorgarles los privilegios de los hijos que sí tienen consanguinidad. Esta libertad se practica extensamente.