18. "Riquezas inescrutables"
Si viéramos este versículo por primera vez, creo que todos consideraríamos que es extraordinario, aun si no supiéramos quién lo escribió. Es extraordinario por las figuras de lenguaje tan audaces e impresionantes que usa. "Menos que el más pequeño de todos los santos", "inescrutables riquezas de Cristo", estos son realmente "pensamientos que respiran y palabras que arden".
Pero el versículo es doblemente extraordinario cuando consideramos quién lo escribió. El autor fue nada menos que el gran apóstol a los gentiles, Pablo, el líder de aquel pequeño y noble ejército de Cristo que dejó una profunda huella en la humanidad. Nadie nacido de mujer, (excepto su Maestro inmaculado), ha dejado una huella tan profunda, la cual permanece hasta hoy. Semejante frase de la plume de semejante hombre demanda especial atención.
Observemos atentamente este texto y notemos tres cosas:
I. Primero, lo que Pablo dice de sí mismo. Dice: "Soy menos que el más pequeño de todos los santos".
II. Segundo, lo que Pablo dice de su ministerio. Dice: "Me fue dada esta gracia de anunciar [predicar]".
III. Tercero, Pablo da a conocer el gran tema de su predicación. Lo llama "las inescrutables riquezas de Cristo".
Confío que, algunos comentarios sobre cada uno de estos tres puntos, ayuden a grabar todo el texto en la memoria, conciencia, corazón y mente de mis lectores.
I. Lo que Pablo dice de sí mismo.
En primer lugar, notemos lo que Pablo dice de sí mismo. El lenguaje que utiliza es singularmente decisivo. El fundador de iglesias famosas, el escritor de catorce epístolas inspiradas, ¿cómo se describe? Veamos algunas de sus palabras: "En nada he sido menos que aquellos grandes apóstoles" (2 Co. 12:11). "En trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces" (2 Co. 11:23). "Estimo todas las cosas como pérdida". "Lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" (Fil. 3:8). "Porque para m{i el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Fil. 1:21). Emplea un modo enfático, comparativo y superlativo. "Soy menos que el más pequeño de los santos". ¡Qué pobre criatura ha de ser el más pequeño de los santos! No obstante, Pablo dice: "Soy menos que esa criatura".
Sospecho que un lenguaje como este es casi ininteligible para muchos que profesan ser cristianos. Tan ignorantes de la Biblia como de sus propios corazones, no pueden comprender lo que dice un santo cuando habla humildemente de sí mismo y de sus logros. "Es una forma de hablar" dicen, "no puede significar otra cosa que la época cuando Pablo daba sus primeros pasos en el evangelio y comenzaba a servir a Cristo". Es tan cierto que "el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios" (1 Co. 2:14). Las oraciones, alabanzas, los conflictos, temores, esperanzas, gozos y aflicciones del cristiano auténtico y toda la experiencia del capítulo siete de Romanos son "locura" para el hombre del mundo. Así como un ciego no puede juzgar un cuadro de un pintor famoso y un sordo no puede apreciar el Mesías de Haendel, el inconverso no puede comprender totalmente la estimación humilde que tiene de sí mismo el apóstol.
Pero podemos estar seguros de que lo que Pablo escribió, realmente lo sintió en su corazón. El lenguaje de nuestro texto no es único. Otros pasajes hasta lo exceden. A los filipenses les dice: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo". A los corintios les afirma: "Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol". A Timoteo le asegura: "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero". A los romanos les exclama: "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Fil. 3:12; 1Co. 15:9; 1 Ti. 1:15; Ro. 7:24). La realidad es que Pablo veía en lo más profundo de su corazón muchos más defectos y flaquezas de los que veía en ningún otro. Los ojos de su entendimiento estaban tan abiertos por el Espíritu Santo de Dios que detectaba un centenar de cosas malas en sí mismo. Otros hombres con marcada miopía, jamás verían lo que Pablo sí podía ver. En suma, poseyendo gran luz espiritual, tenía una percepción enorme de su propia corrupción natural, tanto que estaba revestido de humildad de pies a cabeza (1 P. 5:5).
Ahora bien, comprendamos claramente que una humildad como la de Pablo no era una característica únicamente del gran apóstol de los gentiles. Al contrario, es una característica principal de todos los santos más eminentes de Dios en todas las épocas. Cuanto mayor es la gracia que los hombres tienen en sus corazones más profunda es la percepción de su pecado. Más luz arroja el Espíritu Santo en sus almas, mejor disciernen sus propias flaquezas, corrupciones y tinieblas. El alma muerta no siente ni ve nada, con la vida viene una visión clara, una conciencia perceptiva y una sensibilidad espiritual. Observe las expresiones humildes que Abraham, Jacob, Job, David y Juan el Bautista usaban al referirse a ellos mismos. Estudie las biografías de santos modernos como Bradford, Hooker, George Herbert, Beveridge, Baxter y M'Cheyne. Note la característica que todos comparten, todos sentían profundamente sus pecados.
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