Versículo para hoy:

viernes, 16 de mayo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

Aplicaciones prácticas

    (a) Y ahora, antes de terminar este capítulo, quiero hacerle una pregunta. ¿Sabe usted algo de la sed espiritual? ¿Ha sentido alguna vez una profunda preocupación por su alma? Me temo que muchos no saben nada de eso. He aprendido, por dolorosas experiencias durante un tercio de siglo, que la gente puede seguir asistiendo a la casa de Dios durante años sin ser consciente de sus pecados en ningún instante, ni tampoco el anhelo de ser salvos. Los cuidados de este mundo, el amor a los placeres y "los deseos de la carne" (Gá. 5:16), ahogan la buena semilla cada domingo y le impiden dar fruto. Van a la iglesia con corazones fríos como un adoquín de la calle por donde caminan. Se retiran tan impasibles e indiferentes como las viejas estatuas de mármol que los observan desde las paredes. Puede ser así, pero no pierdo la esperanza de que alguien se salve mientras vive. Ese viejo campanario de la Catedral de San Pablo en Londres que ha anunciado las horas durante tantos años, rara vez se escucha durante las agitadas horas del día. El ruido del tráfico en las calles tiene el extraño poder de amortiguar su sonido, impidiendo que se escuche.

    Pero cuando el trajín del día ha terminado, cuando se les ha puesto llave a los escritorios, las puertas se han cerrado, se han guardado los libros y reina silencio en la gran ciudad, todo cambia. Cuando el viejo campanario anuncia as once, las doce, la una, las dos y las tres, miles de personas que no lo escuchan durante el día, a esas horas lo oyen con claridad. Espero que lo mismo suceda con muchos con respecto a sus almas. Ahora, en la plenitud de su salud y fuerzas, me temo que la voz de la conciencia, a menudo, queda ahogada y no se puede escuchar por el trajinar del diario vivir. Pero el día puede venir cuando, le guste o no, el gran campanario de la conciencia se hará oír. El tiempo vendrá cuando postrado y en el silencio, obligado a estar quieto por alguna enfermedad, se verá forzado a mirar su interior y a considerar las cuestiones de su alma. Y entonces, cuando el gran campanario de la conciencia avivada suene en sus oídos, espero que el que lee estas líneas tema la voz de Dios y se arrepienta, aprenda a tener sed y venga a Cristo para calmarla. Sí, ¡ruego a Dios que le enseñe a sentir antes de que sea demasiado tarde!

    (b) Pero, ¿siente algo en este momento? ¿Está despierta y activa su conciencia? ¿Siente sed espiritual y anhela saciarla? Entonces preste atención a la invitación que le hago en el nombre de mi Señor: "Si alguno", no importa quien sea, de alta posición o sin posición, rico o pobre, letrado o iletrado, "si alguno tiene sed, acuda a Cristo y beba". Escuche y acepte esta invitación sin dilación. No se demore por nada. No se demore por nadie. ¿Quién sabe si por querer esperar "el momento adecuado" se le hará demasiado tarde? Ahora es cuando la mano del Redentor viviente se extiende desde el cielo, pero puede quitarla. Ahora es cuando la Fuente está abierta, pero pronto podría cerrarse para siempre. "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba" sin demora. Aunque usted haya sido un gran pecador y se haya resistido a las advertencias, los consejos y sermones, igual venga. Aunque haya pecado contra la luz y el conocimiento, contra los consejos de su padre y las lágrimas de su madre, aunque haya vivido años sin observar un Día del Señor y sin orar, igual venga. No diga que no sabe cómo venir, que no comprende lo que significa creer, que tiene que esperar hasta tener más luz. Alguien que está fatigado ¿va a decir que está demasiado cansado como para acostarse? ¿O alguien a punto de ahogarse, dirá que no sabe tomarse de la mano extendida para ayudarlo? ¿O el marinero naufragado, con un bote salvavidas al costado del barco encallado, dirá que no sabe cómo saltar al bote? ¡Oh, líbrese de estas excusas vanas! ¡Levántese y venga! La puerta no está cerrada. El manantial no se ha secado todavía. El Señor Jesús lo invita. Basta con que usted sienta sed y anhele ser salvo. Venga, venga a Cristo sin demora. ¿Quién alguna vez vino al manantial y lo encontró seco? ¿Quién se ha retirado alguna vez insatisfecho?

    (c) ¿Ha venido ya a Cristo y encontrado alivio? Entonces venga más cerca, acérquese más. Cuanto más cercana sea su comunión con Cristo, más tranquilidad sentirá. Cuanto más cerca viva del Manantial más sentirá "una fuente de agua que salte para vida eterna" (Jn. 4:14). No solo recibirá bendición usted, sino que será de bendición para otros.

    Quizá en este mundo impío no siente usted toda la tranquilidad que desea. Pero recuerde que es imposible tener dos cielos. La felicidad perfecta está por venir. El diablo no ha sido atado (Ap. 20:2). Vienen buenos tiempos para todos los que son conscientes de sus pecados, vienen a Cristo y entregan sus almas sedientas a su cuidado. Cuando él vuelva, se sentirán completamente satisfechos. Recordarán todo el camino recorrido por donde los condujo el Señor y comprenderán el porqué de todas las cosas que les sucedieron. Sobre todo, se preguntarán cómo pudieron vivir tanto tiempo sin Cristo y cómo fue posible que vacilaran tanto en acudir a él.

    Hay una cañada en las montañas de Escocia llamada Glen Croe, que brinda una magnífica ilustración de lo que será el cielo para las almas que vienen a Cristo. El camino que atraviesa Glen Croe lleva al viajero en una larga y empinada subida, con muchas vueltas y curvas cerradas. Pero al llegar a la cima de la cañada se encuentra una roca con estas sencillas palabras inscritas: "Descanse y esté agradecido". Estas palabras describen los sentimientos de cada persona que acudió a Cristo sedienta. Cuando llegue al cielo descansará y estará agradecida. La cima del camino angosto, finalmente, será nuestra. Habremos terminado nuestra trayectoria agobiante y nos sentaremos en el reino de Dios. Miraremos hacia el pasado y contemplaremos toda nuestra vida con agradecimiento y veremos la sabiduría perfecta de cada paso en la empinada subida por donde fuimos conducidos. Olvidaremos el angustioso esfuerzo de nuestro peregrinaje hacia el descanso glorioso. Aquí en este mundo, nuestro sentido de descansar en Cristo es débil y parcial, aun en el mejor de los casos. A veces, pareciera que apenas si gustamos plenamente "el agua viva". Pero cuando venga aquello que es perfecto, entonces todo lo imperfecto pasará. Podemos decir con el salmista: "Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza" (Sal. 17:15). Beberemos "el agua viva", gozaremos los placeres del Señor y jamás volveremos a tener sed.

No hay comentarios: