Quizá sabe lo que es tener a un esposo amado en la marina que, a menudo, tiene que ausentarse por muchos meses y, aun años. ¿Recuerda con qué intensidad lo extrañaba durante ese tiempo de separación? ¡Eso era amor!
Quizá tenga en este momento a un hermano querido en Londres, por primera vez en medio de las tentaciones de la gran ciudad, con el fin de abrirse camino en el mundo de los negocios. ¿Cómo resultará? ¿Qué tal le irá? ¿Volverá a verlo alguna vez? ¿Ve con cuánta frecuencia piensa en su hermano? ¡Eso es afecto!
Quizá está usted comprometido con una persona con quien congenia. Pero por prudencia aplaza el matrimonio por tiempo indefinido y su trabajo lo lleva lejos de su prometida. ¿No es cierto que ella está siempre en sus pensamientos? ¿No es cierto que le hace feliz saber de ella, recibir sus noticias y que anhela verla? ¡Eso es afecto!
Hablo de cosas que le son familiares a todos. No tengo que seguir hablando de ellas. Son cosas que todos conocen. En todo el mundo las entienden. No hay ninguna rama de l familia de Adán que no sepa algo del afecto y del amor entre las personas. Entonces, nunca se diga que no podemos saber si un cristiano ama realmente a Cristo. Se puede saber, se puede descubrir, las directrices ya están en sus manos. Las acaba de leer. Amar al Señor Jesucristo no es algo escondido, secreto e impalpable. Es como el sonido, se oye. Es como el calor, se siente. Donde hay amor, el amor no puede ser escondido. Donde no se puede ver, dé por seguro que no existe.
Ha llegado el momento de ir terminando este capítulo. Pero no puedo hacerlo sin antes hacer un esfuerzo por grabar en su conciencia el tema que estamos enfocando. Lo hago con amor y afecto. Mi anhelo y oración a Dios, al escribir esto, es hacerle un bien a su alma.
(a) Para empezar, le pido una cosa: Que reflexione en la pregunta que Cristo le hizo a Pedro y trate de contestarla pensando que va dirigida a usted. Léala y recapacite. Examínela con cuidado. Contéstela con veracidad. Después de haber leído todo lo que he escrito sobre ella,
Responderme que cree las verdades del cristianismo y las doctrinas de la fe cristiana, no es una respuesta aceptable. Semejante fe nunca salvará su alma. En cierto modo, los demonios creen y tiemblan (Stg. 2:19). El cristianismo auténtico y salvador no se trata de creer cierto conjunto de opiniones, ni de profesar una serie de nociones. Su esencia es conocer, confiar y amar a cierta Persona viviente que murió por nosotros: Amar a Cristo el Señor. Los cristianos primitivos como Febe, Pérsida, Trifosa, Gayo y Filemón, poco o nada sabían de teología dogmática. Pero todos compartían esta característica primordial: Amaban a Cristo.
No es una respuesta aceptable decirme que usted no aprueba una religión basada en sentimientos. Si quiere dar a entender que no le gusta la religión basada exclusivamente en los sentimientos, coincido totalmente con usted. Pero si se está refiriendo a una que descarta todo sentimiento, poco sabe del cristianismo.
La Biblia nos enseña claramente que alguien puede tener buenos sentimientos, sin tener nada de cristiano. De igual modo, nos enseña que nadie puede ser un verdadero cristiano, si no siente algo por Cristo.
Es en vano tratar de ocultar que si no ama a Cristo, su alma corre mucho peligro. La suya no es una fe salvadora mientras vive. No es usted apto para el cielo si muere. Aquel que vive sin amar a Cristo no puede ser sensible a ninguna obligación hacia él. El que muerte sin amar a Cristo nunca podría ser feliz en ese cielo donde Cristo es todo en todo. Despierte ahora y comprenda el peligro de su posición. Abra los ojos. Considere sus caminos y sea sabio. Puedo advertirle sólo como un amigo. Pero lo hago de todo corazón y con toda mi alma. ¡Quiera Dios que esta advertencia no sea en vano!
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