Versículo para hoy:

miércoles, 17 de agosto de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – AGOSTO 17

“Esta enfermedad no es para muerte”. Juan 11:4.

DE las palabras de nuestro Señor aprendemos que hay un límite para la enfermedad. Aquí hay un “para” dentro del cual su último término está limitado y más allá no puede ir. Lázaro pudo pasar a través de la muerte, pero la muerte no tenía que ser el ultimátum de su enfermedad. En toda enfermedad, el Señor dice de las olas de dolor: “Hasta aquí llegarás, pero no más allá”. Su propósito permanente no es la destrucción sino la instrucción de los suyos. La sabiduría cuelga el termómetro a la puerta del horno y regula el calor.

1. El límite es alentadoramente amplio. El Dios de la providencia ha limitado el tiempo, el modo, la intensidad, la repetición y los efectos de todas nuestras enfermedades. Todo latido ha sido decretado por él; toda hora de insomnio, predestinada; toda recaída, ordenada; toda depresión de ánimo, prevista, y todo resultado santificador, designado desde la eternidad. Nada grande o pequeño escapa a la mano ordenadora del que cuenta los cabellos de nuestras cabezas.
2. Este límite está sabiamente ajustado a nuestras fuerzas, al fin designado y a la gracia distribuida. La aflicción no viene por accidente; la intensidad de cada golpe de la vara está cuidadosamente medida. El que no cometió errores al diferenciar las nubes y medir los cielos, tampoco se equivocará al medir los ingredientes que componen la medicina de las almas. No podemos sufrir más de la medida ni ser aliviados demasiado tarde.
3. El límite es cariñosamente fijado. El bisturí del Médico Celestial nunca corta más profundamente de lo que es absolutamente necesario. “No aflige ni congoja de corazón a los hijos de los hombres”. El corazón de una madre clama: “Conservadme a mi hijo”. Pero ninguna madre es más compasiva que nuestro bondadoso Dios. Cuando consideramos cuán duros de boca somos nos admira que no seamos guiados con un freno más áspero. El pensamiento está lleno de consuelo: que el que ha fijado los límites de nuestra habitación, ha fijado también los límites de nuestra tribulación.

Charles Haddon Spurgeon.

No hay comentarios: