Versículo para hoy:

sábado, 17 de julio de 2021

RASGANDO EL VELO - A. W. Tozer


El "yo" es el velo opaco que nos oculta el rostro de Dios.

Lo único que puede quitarlo es la experiencia espiritual, nunca la instrucción religiosa. Tratar de hacerlo así es como querer curar el cáncer con tratados de medicina. Antes que seamos librados de ese velo, Dios tiene que hacer una obra destructiva en nosotros. Tenemos que invitar a la cruz que haga su obra dentro de nosotros. Debemos poner nuestros pecados del "yo" personal delante de la cruz para que sean juzgados. Debemos estar dispuestos a sufrir cierta clase de sufrimientos, tales como los que sufrió Jesús cuando estuvo delante de Pilato.
Tengamos en cuenta que al hablar de rasgar el velo, estamos usando una figura poética que es placentera, pero la experiencia real en sí nada tiene de agradable. En la experiencia humana ese velo se forma de tejidos espirituales vivientes; está constituido de ese material sensible y vacilante que es nuestro ser. Cualquier cosa que lo toca nos hiere a nosotros con vivo dolor. Arrancar ese velo es hacernos daño, nos lastima y nos hace sangrar. Decir otra cosa es hacer que la cruz no sea cruz y la muerte no sea muerte. Nunca será divertido morir. Desgarrar la tela de que está compuesta la vida nunca dejará de ser doloroso. Pero eso es lo que la cruz significó para Jesús y es lo que debe significar para nosotros.
Tengamos cuidado de no tratar chapuceramente con nuestra vida interior con la esperanza de rasgar nosotros mismos el velo. Dios tiene que hacer eso. La parte nuestra debe ser entregarnos y confiar. Debemos confesar, desechar, resistir nuestros antojos y egoísmos, y darnos por co-crucificados con Cristo. Pero esta co-crucifixión no debe ser una laxa "aceptación" de Cristo, sino una verdadera obra hecha por Dios. No podemos conformarnos solamente con creer en una bonita y agradable doctrina de la crucifixión del yo. Si esto hiciéramos, estaríamos imitando a Saúl, que sacrificó algunas cosas, pero reservó para sí lo mejor del despojo.
Insistamos en que la obra sea hecha conforme a la mejor doctrina y también en la más completa realidad. La cruz es tosca, y mortal, pero es efectiva. No deja a las víctimas colgando indefinidamente de ella. Llega el momento cuando la obra queda consumada y la víctima muere.
Es después de la muerte que viene el gozo de la resurrección y la alegría de ver rasgado el velo. Entonces olvidamos los dolores que ha costado, y disfrutamos de la gloria de la presencia del Dios vivo.
Señor, ¡cuan preciosos son tus caminos, y cuan inciertos y sombríos son los nuestros! Enséñanos a morir, para que nos levantemos después a novedad de vida. Rasga de alto a abajo el velo de nuestro egoísmo, como rasgaste en dos el velo del templo. Nosotros nos acercaremos a tí en plena certidumbre de fe. Moraremos diariamente contigo aquí en la tierra, para acostumbrarnos a la gloria del cielo cuando lleguemos allá, para estar eternamente a tu lado. En el nombre de Jesús, amén.
 
Fragmento del libro LA BUSQUEDA DE DIOS, capítulo III, de A. W. Tozer

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