Versículo para hoy:

jueves, 5 de diciembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

II. Puede ser que un creyente nunca llegue a sentir esta esperanza segura

Paso al segundo punto que mencioné. Dije: El creyente que nunca llega a tener esta esperanza segura, que Pablo expresa puede, aun así, ser salvo.

Reconozco esto sin problema. No lo disputo ni por un momento. No quiero contristar a algún corazón que Dios no haya entristecido, ni desalentar a un hijo débil de Dios, ni dejar la impresión de que alguien no puede ser salvo en Cristo a menos que se sienta seguro.

Una persona puede tener una fe salvadora en Cristo y, aun así, nunca disfrutar de una esperanza segura, como la que disfrutó el apóstol Pablo. Creer y tener un rayo de esperanza de haber sido aceptado es una cosa; otra muy distinta es tener "gozo y paz" en nuestra fe y abundar en esperanza. Todos los hijos de Dios tienen fe, no todos sienten seguridad. Creo que nunca hay que olvidar esto.

Sé que algunos hombres que considero importantes y buenos tienen una opinión distinta. Creo que muchos ministros del evangelio excelentes, a cuyos pies con gusto me sentaría, no aceptan la diferencia que he mencionado. Pero no quiero llamar maestro a nadie. Detesto tanto como cualquiera, la idea de curar apenas un poco las heridas de la conciencia, pero me parece que, cualquier otro concepto distinto al que he enunciado, constituye un evangelio muy incómodo para predicar y uno que, muy posiblemente, mantendría a las almas alejadas por mucho tiempo de la puerta a la vida6.

No dudo en decir que por gracia, alguien puede tener suficiente fe para acudir a Cristo, suficiente fe para realmente aferrarse a él, realmente confiar en él, realmente ser hijo de Dios y realmente ser salvo, y, aun así, hasta el fin de sus días, no poder librarse de mucha ansiedad, duda y temor. Dice un antiguo escritor: "Se puede escribir una carta, que no se sella; de la misma manera la gracia puede estar escrita en el corazón pero, aun así, no contar con el sello de la seguridad". Un niño puede nacer heredero de una gran fortuna y, aun así, nunca saber de sus riquezas, vivir como niño y morir como niño sin haber sabido nunca la grandeza de sus posesiones. De la misma manera, alguien puede ser un infante en la familia de Cristo, pensar como un infante, hablar como un infante y, aunque salvo, nunca disfrutar de una esperanza viva, ni conocer los verdaderos privilegios de su herencia.

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Referimos al lector que quiera saber más acerca de este tema, al Apéndice, al final de este capítulo en el que encontrará fragmentos de escritos de varios teólogos ingleses reconocidos que apoyan la posición de este capítulo sobre la seguridad. Los fragmentos son demasiado largos para insertar en esta página.

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