Versículo para hoy:

viernes, 4 de octubre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (21816-1900)


(2) Quiero ahora hablarles un poco a los creyentes. Les pregunto: "¿Creen que sienten la importancia de la santidad tanto como debieran?"

La actitud que tiene la gente de estos tiempos con respecto a este tema es de temer. Dudo mucho que ocupe el lugar que merece en los pensamientos y la atención de algunos en el pueblo del Señor. Sugiero, humildemente, que somos propensos a pasar por alto la doctrina del crecimiento en la gracia y que no consideramos suficientemente, cuán avanzado puede estar el hombre en la profesión de su religión y, aun así, carecer de gracia y, finalmente, estar muerto a los ojos de Dios. Creo que Judas Iscariote era muy parecido a los demás apóstoles. Cuando el Señor anunció que uno lo traicionaría, nadie dijo: "¿Es Judas?". Nos conviene pensar más en las iglesias de Sardis y Laodicea de lo que lo hacemos.

No es mi intención hacer un ídolo de la santidad. No quiero destronar a Cristo y poner a la santidad en su lugar. Pero tengo que decir cándidamente que desearía que la santificación ocupara más de los pensamientos de lo que parece hacerlo en la actualidad y, por lo tanto, aprovecho la ocasión para insistirles sobre el tema a aquellos en cuyas manos caen estas páginas. Me temo que, a veces, se olvidan de que Dios ha unido la justificación con la santificación. Sin duda, son cosas distintivamente diferentes, pero la una nunca se encuentra sin la otra. Lo que Dios ha juntado no se atreva nadie a separar. No me cuente de su justificación, a menos que tenga algunas señales de santificación. No se vanaglorie de la obra que Cristo realizó para usted, a menos que pueda mostrarme la obra del Espíritu en usted. No piense que Cristo y el Espíritu alguna vez puedan ser divididos. Dudo que no haya muchos creyentes que saben estas cosas, pero creo que es bueno que las recordemos. Demos pruebas de que las conocemos por nuestra manera de vivir. Tratemos de tener constantemente en cuenta este texto: "Seguid la santidad, sin la cual nadie verá al Señor".

Tengo que decir francamente que me gustaría que no hubiera tanta sensibilidad al tema de la santidad como, a veces percibo entre los creyentes. ¡Se toca con tanta cautela que alguien pudiera pensar que realmente es un tema peligroso de encarar! Por cierto que cuando hemos exaltado a Cristo como "el camino, la verdad y la vida", no podemos equivocarnos si hablamos con firmeza sobre lo que debiera ser el carácter de su pueblo. Bien dice Rutherford: "El camino que rebaja los deberes y la santificación, no es el camino de la gracia. El creer y el hacer son amigos inseparables".

Tengo que decirlo, pero lo digo con reverencia. A veces me temo que si Cristo estuviera hoy en la tierra, no faltarían los que pensaran que su predicación es legalista y si Pablo estuviera escribiendo sus epístolas, habría aquellos que pensarían que mejor le sería no escribir la última parte de la mayoría de las epístolas, tal como lo hizo. Pero recordemos que el Señor Jesús sí predicó el Sermón del Monte y que la Epístola a los Efesios contiene seis capítulos y no cuatro. Me duele tener que hablar de esta manera, pero hay una razón para hacerlo.

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