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jueves, 4 de abril de 2024

Remedios Preciosos Contra Las Artimañas Del Diablo - Tomás Brooks

 Capítulo 16

A satanás le gusta especialmente hacer daño a la iglesia local, y esto lo procura hacer provocando divisiones entre ellos.


    Quiere lograr que se ataquen unos a otros, que se hieran entre ellos. Desea que se celen y amarguen unos contra otros. Si satanás puede lograr divisiones entre los creyentes, hará mucho daño a la obra de Dios. Por esta razón el Nuevo Testamento nos advierte continuamente acerca de no amargarnos ni resentirnos los unos para con los otros. En Gálatas 5:15 el apóstol Pablo dice, “Si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que también no seáis consumidos los unos por los otros.”

En seguida señalaremos once formas que ayudan a los creyentes a vivir en paz y amarse los unos con los otros.

Primero, los creyentes deben fijarse más en las bondades de sus hermanos que en sus debilidades y pecados. Cada creyente tiene sus fallas y sus defectos, no hay nada agradable en poner la vista solo en el mal que hay en otros creyentes. En lugar de verlos con una actitud crítica, debiéramos fijarnos en el bien que Dios está haciendo en ellos. Vemos en la Biblia muchos ejemplos de cómo Dios se fija más en las virtudes de su pueblo que en sus defectos. Esto lo notamos por ejemplo en el caso de Job; no hay duda de que Job se enojó y trató de justificarse a sí mismo bajo la presión de sus problemas. Pero lo que Dios señala en su vida es su paciencia y su fidelidad en el sufrimiento. Santiago dice, “Habéis oído la paciencia de Job.” Vemos algo semejante en el registro de los héroes de la fe de Hebreos 11; Dios destaca la fe de Abraham, de Sara, de Moisés, de Jacob y de otros, sin hablarnos de sus fallas.

Segundo, la unidad da fortaleza, la desunión debilita. Mientras los creyentes estén unidos podrán aguantar toda la oposición del mundo y del diablo. Cuando están divididos no pueden mantenerse firmes ante las pruebas más sencillas. Es por eso que el apóstol Pablo nos exhorta a que mantengamos la unidad en el Espíritu. (Efe.4:3)

Tercero, Dios ha ordenado a todos los creyentes que se amen los unos a los otros. Juan 13:34-35 dice “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros". Juan 15:12: “Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como Yo os he amado". Romanos 13:8: “No debáis a nadie nada, sino amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo cumplió la ley". Hebreos 13:1: “Permanezca el amor fraternal". 1 Juan 4:7-8: “Carísimos, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios; porque Dios es amor". 1 Pedro 1:22: “Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro". 1 Pedro 3:8: “Finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables". 1 Juan 3:11: “Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros". 1 Juan 3:23: “Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado". 1 Juan 4:11: “Amados, si Dios nos ha mandado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros".

Cuarto, debemos fijarnos más en las cosas en que estamos de acuerdo que en aquellas en que hay diferencia de opinión. Los creyentes verdaderos deben estar de acuerdo respecto a las cosas que son enseñadas claramente en la Biblia. La Palabra de Dios enseña las cosas más importantes en forma muy explícita y sin dejar lugar a dudas. Los creyentes no deben perder su tiempo discutiendo acerca de puntos menores, ni mucho menos dejarse dividir por estas cuestiones.

Quinto, Dios ama la paz y los creyentes deben estar en paz los unos con los otros. Dios es el Dios de paz; Cristo es el Príncipe de paz; el fruto del Espíritu Santo es amor, gozo y paz. Nuestro Señor dijo, “Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mat.5:9) Cuando los creyentes viven en paz los unos con los otros, gozan de la bendición de Dios.

Sexto, los creyentes deben poner mucho cuidado en mantener su paz con Dios. Esto quiere decir que deben confesar sus pecados y arrepentirse cada día; si no mantienen la paz con Dios no tendrán la paz con los demás creyentes. Proverbios 16:7 dice, “Cuando los caminos de los hombres son agradables a Jehová, aún a sus enemigos pacificará con él”.

Séptimo, los creyentes deben guardar en mente que forman parte de una unidad espiritual con los demás creyentes y que son hermanos y hermanas en Cristo. Esta consideración le condujo a Abraham a decir a Lot, “No haya ahora altercado entre mí y ti... porque somos hermanos”. (Gen. 13:8) Los miembros de una iglesia local no deben olvidarse de que son miembros de un Cuerpo; su relación es semejante a la que existe entre los miembros de un cuerpo humano. Cada miembro del cuerpo humano ayuda a las otras partes del cuerpo. Cada miembro recibe fuerza y sostén de los demás; así debe ser entre los creyentes. “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos y en armonía!” (Sal.133:1)

Octavo, la desunión entre los creyentes en la iglesia local hace mucho daño a la obra de Dios. La división entre ellos es el triunfo del diablo. Dios es deshonrado, y su nombre no recibe gloria cuando los creyentes discuten entre ellos. Inevitablemente algunos buscadores del Reino serán desanimados cuando ven estas cosas entre nosotros.

Noveno, debemos ser los primeros en procurar diligentemente la paz y la unidad. No debemos esperar a que otros lo hagan. Heb.12:14,  “Seguid la paz con todos y la santidad". Rom.14:19, “Así que sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación".  Con el uso de la palabra “seguid” el apóstol enfatiza la necesidad de que busquemos la paz, tan diligentes y ordenadamente como el cazador persigue a su presa sin descanso hasta conseguirla.

Décimo, otro remedio contra este tipo de ataques del diablo es juzgarnos a nosotros mismos antes que a otros. Los que practican el autoexamen y se juzgan a si mismos tienen mucho cuidado en su manera de juzgar a los demás. “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Jn.7:24). “No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio que juzgáis, seréis juzgados y con la medida que medís, os será medido” (Mat.7:1-2). “El que come no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido” (Rom.14:3). “Pero tú, ¿Por qué juzgas a tu hermano? o tú también, ¿Por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo” (Rom.14:10). “Así que, no juzguemos más los unos a los otros: Antes bien juzgad de no poned tropiezo o escándalo al hermano” (Rom.14:13). “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual también aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará los intentos de los corazones, entonces cada uno tendrá de Dios la alabanza” (1Cor.4:5). “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, este tal juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres guardador de la ley sino juez. Uno es el dador de la ley que puede salvar y perder; pero tú, ¿Quién eres para que juzgues a otro?” (Stg.4:11-12). “¿Tú quién eres que juzgas al siervo ajeno? para su propio señor está en pie o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme” (Rom.14:4).

         Onceavo, los creyentes deben vestirse de humildad. “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad estimándoos inferiores los unos a los otros” (Fil.4:3). El creyente humilde que puede ver el mal de su propio corazón, puede ver el bien que Dios está realizando en otros. Si los creyentes fueran más humildes, estarían menos propensos al orgullo que es el arma principal que el diablo utiliza para dividirlos.

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