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jueves, 16 de septiembre de 2021

16 de septiembre - La reciprocidad del amor - Ray Stedman

 Os hemos hablado con franqueza, corintios; nuestro corazón os hemos abierto. 2 Corintios 6:11

Pablo amaba a estas personas en Corinto, manifestándoles su amor de diferentes maneras. Lo ha demostrado, como dice aquí, de dos formas especiales. “Os hemos hablado con franqueza”, dice Pablo, lo cual significa que se comunicaba con ellos, contándoles lo que estaba sucediendo en su propia vida, compartiendo con ellos sus sentimientos, sus luchas, sus fracasos, sus presiones y problemas, informándoles cómo les hacía frente. Esto es siempre una señal de amor. Abrirnos a otras personas es amarlas y, a la inversa, cerrarnos y no comunicarnos es violar el amor.

Este es un problema corriente en las iglesias en la actualidad. De hecho, los cristianos consideran que está bien cerrarse en sí mismos, ser personas privadas, no dispuestas a comunicar quiénes son y cómo se sienten, además de dónde están en sus vidas. Eso, como es natural, es la manera de comportarse del mundo. El mundo nos enseña a no permitir que nadie vea quiénes somos. Pero es preciso que entendamos que cuando nos hacemos cristianos, debemos aprender a abrirnos los unos a los otros.

“Nuestro corazón os hemos abierto”, dice. Lo que quiere decir es que no hay favoritismo alguno e incluye a toda la congregación. No se limitó a amar sólo a las “personas agradables” entre ellos; los amó a todos: a los difíciles, a los que estaban luchando y también a aquellos con los que resultaba difícil relacionarse. No había condiciones preestablecidas que él exigiese antes de poder amar a alguien en la congregación tampoco, sino que los aceptó como personas. Aunque conocía las luchas de ellos, sus debilidades, sus aflicciones y sus resistencias, les amaba.

El problema consistía en que ellos no le amaron a él a su vez. Este es el problema en las iglesias, en los hogares, en las familias y en los matrimonios hoy en día. Es fracasar en lo que se refiere a entender la naturaleza recíproca del amor. El amor es un camino de dos direcciones. Siempre lo es; es inherentemente de este modo. El amor requiere una reacción. Pablo les estaba amando, pero ellos no le estaban amando a él a su vez. Estaban cerrados; no reaccionaban; se mostraban fríamente independientes con él. ¿Cuál fue el resultado? Pablo lo explica con una sola palabra: Se mostraron “mezquinos... en amor” (v. 12). ¿Qué significa esto? Significa que estaban limitados; eran prisioneros de sus estrechos límites en sus vidas egoístas.

Es por este motivo que Pablo suplica a estos corintios aquí: “¡Oh, corintios, abridnos vuestros corazones; no estáis limitados por causa de nosotros. Os limitáis a vosotros mismos, en vuestros propios afectos. Si realmente deseáis experimentar la riqueza del amor, actuad con el mismo amor con que sois amados”. Esta es una de las más importantes lecciones que jamás podemos aprender en la vida. Es preciso que el amor reaccione. ¿Qué hace usted cuando alguien le muestra amor? ¿Devuelve usted ese amor, o dice usted: “¡Qué sentimiento más maravilloso! Espero que lo mantengan”? ¿Espera usted recibirlo todo sin reaccionar de manera recíproca? No, eso es imposible. Es preciso que el amor responda.

Padre, ayúdame a responder con una boca y un corazón abiertos a aquellos que me han tratado con amor. Te doy gracias por el amor que Tú me has mostrado.

 
 
 
Aplicación a la vida
 
La comunicación transparente hace que nos expandamos y nos hace que seamos vulnerables. ¿Estamos aprendiendo nosotros a ser sinceros con todo el mundo y mostrar de ese modo el amor por amor a Cristo y por Su poder?

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