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Al decir esto, el apóstol está
tratando acerca del remedio básico para todos los conflictos en nuestros
días. Pablo aplica este principio al tema de la relación entre el marido y la
mujer, que introduce a su vez todo el tema del matrimonio y el divorcio, así
como los problemas que se producen como resultado de ellos. A continuación
habla acerca del tema de los hijos y los padres, lo cual introduce además
todo el tema de la delincuencia juvenil, sus causas y lo que se puede hacer
al respecto. Después habla acerca del tema del gobierno o administración y el
trabajo. En cada caso, el remedio es siempre el mismo: “Someteos unos a otros
en el temor de Dios”.
Si nosotros sentimos el menor deseo
de ser parte de una solución en relación con los temas que nos rodean
actualmente, es preciso que lo hagamos entendiendo lo que Dios ha revelado
acerca del centro mismo del problema. Debemos regresar a la causa de todas
las disputas humanas. No hay nadie que no haya hecho en un momento u otro la
pregunta: “¿Cómo puedo tener la máxima satisfacción en la vida? ¿Cómo puedo
alcanzar la máxima expresión de mi potencial? ¿De qué manera puedo sentirme
realizado?” No tiene nada de malo hacer estas preguntas porque Dios ha hecho
que sintamos estos anhelos en nuestro interior, pero lo que está muy mal es
hacerlas de esta manera.
Cuando hacemos estas preguntas de
este modo, estamos preguntando como si fuésemos la única persona en el mundo,
como si fuésemos responsables de nuestro propio desarrollo. Antes o después,
en mis esfuerzos por desarrollarme y para obtener satisfacción, me encuentro
en una trayectoria de colisión con alguna otra persona que está intentando
conseguir lo mismo. Descubro que mis esfuerzos por satisfacerme a mí mismo
están siendo continuamente saboteados por otros que están intentando
conseguir la satisfacción de la misma manera. Yo insisto en mis derechos y
otros insisten en los suyos, de manera que nos convertimos en obstáculos los
unos para con los otros.
Pero Pablo cambia todo el patrón
para los cristianos introduciendo dos factores radicales que alteran toda la
situación. Para empezar, el cristiano no debe nunca olvidar que en cada una
de las relaciones en la vida, se halla presente otra persona, de manera que
no se trata sencillamente de un problema sobre lo que yo quiero contra lo que
quiere usted. En cada relación, nos recuerda el apóstol, está presente una
tercera Persona, el Señor Jesucristo.
Con esto llegamos a la segunda
cuestión. Cuando yo me encuentro en disparidad de condiciones con otra
persona, el ver que Cristo también se encuentra presente es hacer que sea
consciente de inmediato de lo que Él me ha enseñado. Es solo cuando me olvido
de mí mismo y me dedico a que otra persona se sienta realizada, que
descubriré que en mi corazón abundan la gracia y la satisfacción. Este es uno
de los misterios fundamentales de la vida y es algo que vemos confirmado cada
día. Aquellos que intentan desesperadamente satisfacerse a sí mismos son
aquellos que acaban sintiéndose interiormente vacíos. Nuestro Señor lo
explicó de la siguiente manera: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la
perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo
16:25).
Se convierte, pues, en una cuestión
de prioridades. No puede usted defender sus derechos insistiendo en ellos.
Solo los conseguirá cuando se esfuerce por defender los derechos de otros.
¿Se atreve usted a poner en práctica este principio allí donde vive?
Padre, te doy gracias por una
palabra que llega a lo más hondo de mi ser, que es penetrante y deja todo al
desnudo, sin que nada permanezca oculto. Sé que esta es una dulce operación
del Espíritu Santo que sana, perdona, limpia y restaura.
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Aplicación a la vida
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Cuando nosotros insistimos en
nuestros derechos y otras personas insisten en los suyos, nos convertimos en
obstáculos los unos para con los otros. ¿Cuál es uno de los misterios básicos
en la vida que evita que se produzca el conflicto humano?
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Versículo para hoy:
miércoles, 25 de marzo de 2020
24 de marzo - La cura para el conflicto - Ray Stedman
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