Versículo para hoy:

miércoles, 30 de noviembre de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – NOVIEMBRE 30

“Miguel y sus ángeles lidiaban contra el dragón; y lidiaba el dragón y sus ángeles”. Apocalipsis 12:7.

SIEMPRE habrá guerras entre estas dos grandes soberanías hasta que una u otra sea aplastada. Es imposible que haya paz entre el bien y el mal. La sola pretensión de que pueda haberla significaría el triunfo de las fuerzas de las tinieblas. Miguel siempre lidiará. Su santa alma está disgustada con el pecado y no lo tolerará. Jesús será siempre el enemigo del dragón, no en un sentido pacífico, sino activo, vigoroso, firmemente resuelto a exterminarlo. Todos sus siervos, ya sean los ángeles del cielo o los mensajeros de la tierra, quieren y deben lidiar. Ellos nacieron para ser soldados y pactaron ante la cruz no admitir tregua con el mal. Constituyen una compañía belicosa, firme en la defensa y aguerrida en el ataque. La obligación de cada soldado es servir en el ejército del Señor todos los días, de todo corazón, alma y fuerza con el fin de lidiar contra el dragón. El dragón y sus ángeles no declinarán en la lucha, pues son incansables en sus embestidas y no dejan de usar ninguna arma, sean estas legítimas o ilegítimas. Es una necedad esperar servir a Dios sin oposición. Cuanto más celosos seamos, más seremos atacados por los esbirros del infierno. La Iglesia puede mostrarse indolente, pero no así su gran adversario. El incansable espíritu de este nunca permite que la guerra cese. El dragón odia a la simiente de la mujer y de buena gana devoraría a la Iglesia si pudiese. Los siervos de Satanás participan mucho de las energías del antiguo dragón y, por lo regular, forman una raza activa. La guerra ruge en todas partes y es peligroso y fútil soñar en la paz. Gracias a Dios, nosotros conocemos el fin de la guerra. El gran dragón será lanzado fuera y destruido para siempre, mientras que Jesús y los suyos recibirán la corona. Afilemos nuestras espadas esta noche y pidamos al Espíritu Santo que vigorice nuestros brazos para la lucha. Nunca hubo una batalla tan importante como esta, nunca una corona tan gloriosa. Que cada hombre esté en su puesto, oh soldados de la cruz, y que el Señor quebrante presto a Satanás debajo de vuestros pies.

Charles Haddon Spurgeon.

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