Versículo para hoy:

miércoles, 26 de octubre de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – OCTUBRE 26

“Los ríos todos van a la mar, y la mar no se hinche; al lugar de donde los ríos vinieron, allí tornan para correr de nuevo”. Eclesiastés 1:7.

TODAS las cosas terrestres están en movimiento; el tiempo no descansa jamás. La sólida tierra es una esfera que rueda y el mismo gran sol es una estrella que efectúa obedientemente su curso en derredor de un astro mayor que él. Las mareas sacuden la mar; los vientos agitan al altanero océano y los roces gastan la roca. La mudanza y la muerte imperan por doquier. La mar no almacena avaramente su caudal de aguas, pues, si bien esas aguas por una causa entran en él, por otra causa se elevan de él. Los hombres nacen para morir. Todas las cosas producen confusión, ansiedad y aflicción de espíritu. Amigo del inmutable Jesús, ¡cuán gozoso te sientes al pensar en tu inmutable herencia y en tu mar de felicidad, mar que estará lleno para siempre, pues Dios mismo derramará en él eternos ríos! Nosotros buscamos una ciudad permanente, que está más allá del firmamento, y en esa esperanza no seremos defraudados. Este versículo nos enseña a ser agradecidos. El padre océano es un gran recibidor, pero es también un generoso distribuidor. Lo que los ríos llevan a él, él lo devuelve a la tierra en forma de nubes y lluvia. El que lo recibe todo y no devuelve nada está desligado del universo. Dar a otros es sólo sembrar para nosotros mismos. Al que demuestra ser tan buen mayordomo que voluntariamente usa sus bienes a favor de la obra del Señor, se le concederá más. Amigo de Jesús, ¿estás dando a tu Salvador de acuerdo a los beneficios recibidos? Mucho te ha sido dado. ¿Cuál es tu fruto? ¿Lo has hecho todo? ¿No puedes hacer más? Ser egoísta es ser malvado. Supón que el océano no diese nada de sus abundantes aguas. Eso llevaría a nuestra raza a la ruina. Quiera Dios que ninguno de nosotros siga la poco generosa y fatal política de vivir para sí mismo. Jesús no se agradó a sí mismo. Toda la plenitud habita en él, pero de su plenitud tomamos todos. ¡Oh si pudiésemos tener el espíritu de Jesús para que de aquí en adelante no vivamos para nosotros mismos!

Charles Haddon Spurgeon.

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