Versículo para hoy:

viernes, 30 de septiembre de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – SEPTIEMBRE 30

“Mejor es perro vivo que león muerto”. Eclesiastés 9:4.

LA vida es cosa preciosa y, aun en sus formas más humildes, es superior a la muerte. Esta verdad es eminentemente cierta en las cosas espirituales. Es mejor ser el último en el reino de los cielos que el más grande fuera de él. El más insignificante grado de gracia es superior al más notable desarrollo de la naturaleza irregenerada. El alma en la que el Espíritu Santo injerta la vida divina tiene un precioso depósito que ninguno de los refinamientos de la cultura puede igualar. El ladrón que está en la cruz aventaja al César que está en el trono. Lázaro, que está entre los perros, es mejor que Cicerón, que está en medio de los senadores, y el cristiano más iletrado es en la presencia de Dios superior a Platón. La vida es la divisa de la nobleza en los dominios de las cosas espirituales y los hombres que no la poseen sólo son ejemplares más ordinarios o más finos del mismo material sin vida que necesita ser vivificado, pues está muerto en delitos y pecados. Un sermón evangélico, lleno de vida y de amor, aunque sea pobre de ideas y tosco de estilo es, sin embargo, mejor que un discurso muy erudito pero carente de unción y de poder. Un perro vivo vigila mejor que un león muerto y es más útil a su dueño. Así también el más pobre predicador espiritual debe ser mucho más preferido que el elocuente orador que no tiene sabiduría sino palabras, ni tiene poder sino sonidos. Lo mismo acontece con nuestras oraciones y otros ejercicios religiosos. Si, al practicarlos, somos vivificados por el Espíritu Santo, entonces estos son aceptos a Dios por Jesucristo, aunque nosotros los consideremos inútiles. En cambio, nuestros grandes actos, en los que nuestro corazón está ausente, son en la presencia del Dios viviente como los leones muertos, mera carroña. Dios nos dé gemidos, suspiros y ansias vivientes más bien que cantos sin vida y calma mortal. Cualquier cosa es mejor que la muerte. Los ladridos del perro del infierno nos mantendrán al fin despiertos, pero, ¿qué maldición mayor puede un hombre tener que una fe muerta y un testimonio sin vida? ¡Vivifícanos, vivifícanos, Señor!

Charles Haddon Spurgeon.

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