Versículo para hoy:

miércoles, 3 de febrero de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – FEBRERO 3

“Hazme saber… dónde repastas, dónde haces tener majada al mediodía”.

ESTAS palabras expresan el deseo del creyente por Cristo y sus ansias de comunión permanente con él. ¿Dónde repastas tu majada? ¿En tu casa? Entonces iré allí, si allí puedo hallarte. ¿En la oración privada? Entonces oraré sin cesar. ¿En la Palabra? Entonces la leeré diligentemente. ¿En tus ordenanzas? Entonces andaré en ellas de todo corazón. Dime dónde repastas, porque donde quiera que tú estés como Pastor, allí yaceré yo como oveja; pues nadie sino tú mismo puede suplir mis necesidades. No puedo vivir satisfecho lejos de ti. Mi alma tiene hambre y sed de refrigerio de tu presencia. “¿Dónde haces tener majada al mediodía?”; porque ya sea al amanecer, ya al mediodía, mi único descanso debe estar donde tú y tu amado rebaño están. El descanso de mi alma debe ser un descanso otorgado por gracia; y esto sólo puede ser hallado en ti. ¿Dónde está la sombra de aquella roca? ¿Por qué no habría de reposar yo debajo de ella? “¿Por qué había yo de estar como vagueando tras los rebaños de tus compañeros?” (Cantares 1:7). Tú tienes compañeros, ¿por qué no debía yo ser uno de ellos? Satán me dijo que yo soy indigno; es cierto, yo siempre fui indigno, pero sin embargo tú me has amado en todo tiempo, y, por lo tanto, mi indignidad no puede ser un impedimento para que tenga ahora comunión contigo. Es cierto que soy débil en la fe y propenso a caer, pero esa misma debilidad es la razón por la cual yo debiera siempre estar donde tú repastas tu majada para que pueda ser fortalecido y preservado en seguridad junto a aguas de reposo. ¿Por qué debía yo apartarme? No hay razón para ello; en cambio hay mil razones porque no me aparte, pues Jesús me invita a ir a él. Si él se aparta un poco, es sólo para hacerme apreciar más su presencia. Ahora que estoy afligido y angustiado por estar apartado de él, él me guiará de nuevo a aquel abrigado rincón donde las ovejas de su dehesa están protegidas del calor del sol.

Charles Haddon Spurgeon.

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