Versículo para hoy:

miércoles, 24 de febrero de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – FEBRERO 24

“Oh Jehová de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalén?... Y Jehová respondió buenas palabras, palabras consolatorias a aquel ángel”. Zacarías 1:12-13.


¡QUÉ amable respuesta a una ansiosa pregunta! ¡Oh! Sión, hay buenas cosas guardadas para ti. Tu hora de parto pronto pasará; tus hijos nacerán; tu cautividad terminará. Soporta pacientemente por un tiempo la disciplina y aun bajo las tinieblas confía en Dios, pues su amor arde por ti. Dios ama a la Iglesia con un amor demasiado profundo para la comprensión humana; él la ama de todo corazón. Por lo tanto, sus hijos deben estar alegres. No puede estar lejos de la prosperidad aquella Iglesia a la cual Dios dirige “buenas palabras, palabras consolatorias”. Cuáles son estas palabras consolatorias, el profeta lo dice a continuación: “Celé a Jerusalén y a Sión con gran celo”. El Señor ama tanto a su Iglesia que no puede permitir que vaya tras de otros; y cuando ha caído en ese mal, no puede verla sufrir mucho ni muy severamente. No permitirá que sus enemigos la aflijan; está disgustado con ellos porque aumentan su miseria. Cuando más parece que Dios abandona a su Iglesia, más afectuoso se muestra su corazón para con ella. La historia nos demuestra que cuando Dios usa una vara para castigar a sus siervos, siempre la rompe después, como si abominara la vara que causó dolor a sus hijos. El siente más que su pueblo las heridas. “Como el padre se compadece de los hijos se compadece Jehová de los que le temen”. Dios no nos olvida porque nos haya herido; sus golpes no son evidencia de falta de amor. Si esto es verdad con respecto a su Iglesia colectivamente, lo es necesariamente también de cada miembro individualmente. Puedes temer que Dios te haya pasado por alto, pero no es así. El que cuenta las estrellas, y las llama por nombre no olvidará a sus propios hijos. El conoce tu situación tan perfectamente como si tú fueras el único ser que él creó, o el único santo al que amó. Acércate a él y queda en paz.

Charles Haddon Spurgeon.

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