Entonces comenzó a orar: «Señor, Dios de mi amo Abraham, te
ruego que hoy me vaya bien, y que demuestres el amor que le tienes a mi amo.
Aquí me tienes, a la espera junto a la fuente, mientras las jóvenes de esta
ciudad vienen a sacar agua. Permite que la joven a quien le diga: Por favor,
baje usted su cántaro para que tome yo un poco de agua, y que me conteste: Tome
usted, y además les daré agua a sus camellos, sea la que tú has elegido para tu
siervo Isaac. Así estaré seguro de que tú has demostrado el amor que le tienes
a mi amo.» Génesis 24:12-14.
El fiel siervo de
Abraham, antes de comenzar, se comunicó con su amo, y esto es una lección para
nosotros, los que realizamos tareas de nuestro Señor. Antes de involucrarnos en
algún servicio, busquemos el rostro del Amo, hablemos con él y digámosle
cualquier dificultad que vislumbremos en nuestra mente. Antes de ponernos a trabajar,
sepamos qué debemos hacer y qué respaldo tenemos. Escuchemos de la propia boca
de nuestro Señor lo que él espera que hagamos y hasta dónde nos ayudará para
hacerlo. Les encargo, mis consiervos, que nunca vayan adelante a suplicarle a
los hombres por Dios hasta que no hayan suplicado primero a Dios por los
hombres. No intenten presentar un mensaje que no hayan recibido primero que
nada del Espíritu Santo. Salgan de la recámara de la comunión con Dios al
púlpito del ministerio entre los hombres y habrá un poder y una frescura en
ustedes que nadie podrá resistir. El siervo de Abraham habló y actuó como
alguien que se sentía obligado a hacer exactamente lo que su amo le ordenó y a
decir lo que su amo le dijo; por tanto, su única ansiedad era saber la esencia
y la medida de su comisión.
A través de la Biblia en un año: Deuteronomio
29-31
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