Versículo para hoy:
martes, 16 de septiembre de 2025
domingo, 14 de septiembre de 2025
SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)
(a) Cristo es el todo en la justificación del pecador delante de Dios.
Solamente a través de él podemos tener paz con un Dios Santo. Solamente por él podemos ser admitidos en la presencia del Altísimo y permanecer allí sin ningún temor. "Tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él". En Cristo y, solamente en él, Dios justifica al impío (Ef. 3:12; Ro. 3:26).
¿Bajo qué circunstancias puede un mortal presentarse delante de Dios? ¿Qué podemos argumentar en favor de la absolución delante de ese Ser glorioso, en cuyos ojos los mismos cielos no están limpios? ¿Podemos alegar que hemos cumplido con nuestro deber con Dios? ¿Diríamos que hemos cumplido con nuestro deber con nuestro prójimo? ¿Podríamos presentar nuestras oraciones, nuestra regularidad, nuestra moralidad y los cambios de conducta que hemos logrado? ¿Sería un buen argumento decir que asistimos fielmente a la iglesia? ¿Nos atreveríamos a pedir ser aceptados por alguno de esos "méritos"?
¿Cuál de estas cosas podría soportar el escrutinio de los ojos de Dios? ¿Cuál de todas esas cosas nos puede justificar realmente? ¿Cuál de ellas nos garantiza que después del juicio llegaremos a la gloria?
¡Ninguna, ninguna, ninguna! Tome cualquier mandamiento del Decálogo y examínese tomando como base ese mandamiento. Seguramente encontrará que lo ha quebrantado con frecuencia. No podemos presentar a Dios ni una cosa entre mil. Escoja a alguno, a cualquiera, y analice un poco sus caminos; sin duda, su veredicto será que no somos nada, sino simples pecadores, todos somos culpables, todos merecemos el infierno y todos debemos morir. ¿Con qué podemos presentarnos ante Dios?
Debemos presentarnos ante Dios en el nombre de Jesús, sin ningún otro fundamento, sin esgrimir ningún argumento que este: "Cristo murió en la cruz por los impíos y confío en él. Cristo murió por mí y yo creo en él".
La prenda de nuestro Hermano Mayor, la justicia de Cristo, es el único traje que puede cubrirnos y hacernos aptos para estar en la luz del cielo sin avergonzarnos.
El nombre de Jesús es el único nombre con el que tendremos la entrada directa a la gloria eterna. Si llegamos a la puerta y presentamos nuestros propios nombres, estamos perdidos, no seremos admitidos, vamos a llamar en vano. Pero si llamamos en el nombre de Jesús, él es el pasaporte y la contraseña para poder entrar y vivir allí eternamente.
La señal de la sangre de Cristo es el único distintivo que puede salvarnos de la destrucción. Cuando los ángeles del cielo estén separando las ovejas de los cabritos en el día final, si no estamos marcados con la sangre de la expiación, más nos vale nunca haber nacido.
¡Oh, no olvidemos nunca que Cristo debe ser "el todo" de esa alma que quiere ser justificada! Debemos contentarnos con ir al cielo como mendigos, salvados por gracia, simplemente como creyentes en Jesús; de otra manera, nunca seremos salvos. ¿Hay entre mis lectores algún alma mundana irreflexiva? ¿Habrá quien piense que para alcanzar el cielo, podrá decir en su lecho de muerte: "Señor, ten misericordia de mí", sin antes haber conocido a Cristo? Amigo, usted mismo está sembrando la semilla de su sufrimiento y, a menos que se arrepienta, despertará a la perdición eterna.
¿Hay algún alma orgullosa y soberbia entre mis lectores? ¿Hay alguien pensando que por sus propios méritos y esfuerzo puede llegar a ser apto para el cielo y lo suficientemente bueno como para pasar el examen de sus acciones personales? Amigo, usted está construyendo una torre de Babel y nunca llegará al cielo si se mantiene en su estado actual.
¿Hay entre mis lectores quien sienta una carga en su corazón respecto a su alma? ¿Hay alguien que quiera salvarse y se siente un vil pecador? Le invito pues: "Ven a Cristo y él te salvará. Ven a Cristo y echa la carga de tu alma sobre él. No temas; cree solamente".
¿Tiene temor de la ira venidera? Cristo puede liberarlo de ella. ¿Siente sobre usted la maldición por haber quebrantado la ley? Cristo puede redimirle de la maldición de la ley. ¿Se siente alejado de Dios? Cristo sufrió en la cruz para lograr acercarlo a Dios. ¿Se siente impuro? La sangre de Cristo puede limpiarle de todo pecado. ¿Se siente imperfecto? Usted estará completo en Cristo. ¿Se siente como si no fuera nada? Cristo es "el todo" para su alma. Nunca, ningún santo alcanzó el cielo con cualquier argumento, sino diciendo: "He lavado y emblanquecido mis ropas en la sangre del Cordero" (Ap. 7:14).
jueves, 11 de septiembre de 2025
lunes, 8 de septiembre de 2025
miércoles, 3 de septiembre de 2025
SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)
III. "Cristo es el todo" de cada cristiano auténtico
En tercer lugar, entendamos que "Cristo es el todo" de cada cristiano auténtico en la tierra.
Al decir esto, tengo que asegurarme que no me malinterpreten. Todo ser humano tiene la absoluta necesidad de la elección de Dios el Padre y la santificación de Dios el Espíritu, a fin de que se efectúe la redención de todos los que han de ser salvos. Sostengo que hay una perfecta armonía e idéntica tonalidad en la acción de las tres Personas de la Trinidad, en llevar al hombre a la gloria. Afirmo también que los tres cooperan y obran conjuntamente en liberar al hombre del pecado y del infierno. Tal como es el Padre, es el Hijo y el Espíritu Santo. El Padre es misericordioso, el Hijo es misericordioso, el Espíritu Santo es misericordioso. Los mismos tres que dijeron al principio: "Hagamos", también han dicho: "Redimamos y salvemos al hombre". Sostengo que todo el que llega a los cielos tiene que atribuir toda la gloria de su salvación al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, tres personas en un solo Dios.
Pero, al mismo tiempo, veo una prueba clara en las Escrituras, que es el sentir de la Santísima Trinidad, que Cristo sea exaltado prominente y distintivamente en lo que a la salvación de las almas se refiere. Cristo es presentado como el "Verbo" mediante el cual Dios da a conocer su amor a los pecadores. La encarnación y la muerte expiatoria de Cristo en la cruz conforman la gran piedra angular sobre la cual se apoya todo el plan de salvación. Cristo es el camino y la puerta, medios por los cuales se tiene acceso a Dios. Cristo es la raíz en la que todos los pecadores elegidos deben ser injertados. Cristo es el único lugar de encuentro entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra, entre la Santa Trinidad y los pobres pecadores hijos de Adán. Es Cristo a quien Dios el Padre ha "señalado" y asignado para que dé vida a un mundo muerto (Jn. 6:27). Es Cristo a quien el Padre le ha dado un pueblo para que lo lleve a la gloria. Es Cristo de quien el Espíritu da testimonio y a quien el Espíritu mismo guía a las almas para recibir perdón y paz. En definitiva, le "agradó al Padre que en él habitase toda plenitud" (Col. 1:19). Lo que el sol es enb el vasto firmamento, Cristo es en el cristianismo auténtico.
Digo estas cosas a manera de explicación. Quiero que mis lectores entiendan claramente lo que digo. "Cristo es el todo". Con esto, no pretendo echar por la borda la obra del Padre y del Espíritu Santo. Permítame, en cambio, mostrarle lo que quiero decir.








