Versículo para hoy:

jueves, 4 de julio de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 
3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

7. EL TIEMPO EN QUE RECIBIMOS AFRENTAS Y ABUSOS DE LOS HOMBRES

EN TERCER LUGAR, recordemos que con la venganza podemos gratificar una emoción pecaminosa, pero por el perdón podemos conquistarla. 

Supongamos que podamos destruir a un enemigo mediante la venganza, sin embargo, al ejercitar el carácter cristiano podríamos conquistar tres: nuestros propios malos deseos, la tentación de Satanás y el corazón de nuestro enemigo.

Si por la venganza logramos vencer a nuestro enemigo, la victoria no será gloriosa ni feliz, porque al conseguirla será superada por nuestra propia corrupción. Pero si ejercitamos un temperamento perdonador y manso, siempre terminaremos con honra y éxito.

Para que la mansedumbre y el perdón no funcionen, habríamos de encontrarnos ante una naturaleza muy falsa. Si un corazón no se derrite ante este fuego debe ser de piedra. Por eso David ganó victoria sobre Saúl su perseguidor, de forma que "Saúl dijo a David: Más justo eres tú que yo" (1 Samuel 24:17).

miércoles, 3 de julio de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

7. EL TIEMPO EN QUE RECIBIMOS AFRENTAS Y ABUSOS DE LOS HOMBRES

EN SEGUNDO LUGARpensemos en los patrones de mansedumbre y perdón más eminentes para sentir la fuerza de su ejemplo.

Esta es la forma en que se cortan los ruegos de venganza más comunes de la carne y la sangre, tales como los siguientes:
-"Nadie soportaría un insulto como ese". Sí, otros han soportado insultos como esos y peores.
-"Seré considerado un cobarde, un necio, si dejo pasar esto". No importa, siempre y cuando sigamos el ejemplo de los hombres más sabios y santos.

Nadie ha sufrido nunca abusos mayores que los que Jesús sufrió, ni ninguno soportó los insultos, reproches y todo tipo de abusos de manera más pacífica y perdonadora. Cuando era insultado Él no insultaba; cuando sufría no amenazaba. Cuando sus asesinos lo crucificaron, oró "Padre perdónalos". Y con eso nos dio ejemplo, para que sigamos sus pasos. Por tanto sus apóstoles le imitaron: "nos maldicen", -dicen ellos- "y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos" (1 Corintios 4:12-13).

He escuchado decir del santo Sr. Dod, que cuando un hombre se airó a causa de su cercana y convincente doctrina y lo atacó, le golpeó en la cara y le arrancó dos de sus dientes, ese manso siervo de Cristo escupió los dientes y la sangre en su mano y dijo: "Mire, usted me ha sacado dos dientes, y eso sin ninguna provocación justa, pero con tal de que yo pueda hacer bien a su alma, le daría permiso para sacarme el resto". En esto se ejemplificó la excelencia del espíritu cristiano.

Luchemos por tener este espíritu, que constituye la verdadera excelencia de los cristianos. Hagamos lo que otros no pueden hacer, ejercitemos este espíritu, y preservaremos la paz de nuestra alma, ganando victoria sobre nuestros enemigos.

También consideremos 
el carácter de la persona que nos ha hecho mal. Puede ser una persona buena o malvada.

Si es una buena persona, habrá una luz de ternura en su conciencia, que más tarde o más temprano la llevará a un sentimiento del mal que ha causado. Si es un buen hombre, Cristo le ha perdonado mayores ofensas que las que nos ha causado a nosotros, y entonces ¿por qué no perdonarle? Cristo no le toma en cuenta ninguna de sus maldades, sino que de verdad las perdona, ¿y seremos nosotros quienes le agarremos por la garganta por algún pequeño abuso que hayamos sufrido de él?

Si es una persona mala la que nos ha afrentado o insultado, ciertamente tenemos más razón para ejercitar la misericordia que la venganza. Es una persona que está engañada y en un estado digno de lástima, alguien esclavo del pecado y enemigo de la justicia. Si se arrepiente, estará dispuesto a hacernos reparación. Si continúa siendo impenitente, llegará un día en el que será castigado en la medida de sus faltas. No necesitamos estudiar una venganza, Dios la ejecutará.

martes, 2 de julio de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 
3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

7. EL TIEMPO EN QUE RECIBIMOS AFRENTAS Y ABUSOS DE LOS HOMBRES

La corrupción y depravación del hombre es tal, que unos se han convertido en lobos o tigres para otros. Y tal como los hombres son por naturaleza crueles y opresivos unos con otros, los impíos conspiran para abusar y hacer mal al pueblo de Dios. "Destruye el impío al más justo que él" (Habacuc 1:13). 

Cuando nos hacen mal y abusan de nosotros, es difícil guardar el corazón de inclinarse a la venganza y hacer que encomiende su causa a Aquel que juzga justamente. Es difícil evitar el ejercicio de cualquier emoción pecaminosa. Nuestro espíritu desea venganza, pero no debe ser así. Tenemos la elección de tomar las ayudas del Evangelio para evitar que nuestros corazones se inclinen a acciones pecaminosas contra nuestros enemigos, y para endulzar nuestro amargo espíritu.

¿Cómo puede un cristiano guardar su corazón de emociones vengativas bajo las grandes injurias y abusos de los hombres? Cuando encontremos que el corazón comienza a inflamarse con sentimientos de venganza, reflexionemos inmediatamente en lo siguiente:

EN PRIMER LUGAR, pongamos sobre nuestro corazón las severas prohibiciones contra la venganza que encontramos en la ley de Dios.

A pesar de lo gratificante que pueda ser la venganza para nuestras inclinaciones corruptas, recordemos que está prohibida. Escuchemos la Palabra de Dios: "No digas: Yo me vengaré" (Proverbios 20:22). No digamos que haremos a alguien lo mismo que nos ha hecho a nosotros. "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor" (Romanos 12:19), por el contrario: "Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber" (Romanos 12:20).

La prohibición de la venganza, que está tan de acuerdo con nuestra naturaleza, solía ser un argumento utilizado por los cristianos para probar que su fe era pura y sobrenatural. Y sería deseable que este argumento no fuese desechado.

Impresionemos nuestro corazón con la autoridad de Dios en las Escrituras, y cuando la razón carnal diga: "Mi enemigo merece ser odiado", dejemos que la conciencia replique: "¿Pero acaso Dios merece ser desobedecido?". Cuando diga "me ha hecho esto y lo otro, y me ha ofendido", digamos "Pero ¿Qué me ha hecho Dios para que le ofenda?". Si mi enemigo se atreve a quebrantar la paz descaradamente, ¿seré yo tan impío como para quebrantar el precepto? Si él no teme ofenderme, ¿no debería yo temer el ofender a Dios?

Permitamos que el temor de Dios restrinja y calme nuestros sentimientos de esta forma.