"Porque me es impuesta necesidad; y ay de mí si no anunciara el evangelio", 1 Corintios 9:16
Somos propensos a olvidar el toque profundamente espiritual y sobrenatural de Dios. Si puedes decir con
exactitud donde estabas cuando recibiste el llamamiento de Dios y todos los detalles al respecto, dudo que verdaderamente hayas recibido tal llamamiento. El llamamiento divino no viene de esa manera. Es mucho
más sobrenatural. Percatarme de él puede suceder con la rapidez de un trueno, o gradualmente. Pero
venga como viniere, siempre lo hace con un trasfondo sobrenatural, algo que no podemos expresar con
palabras y que siempre va acompañado de un "resplandor". En cualquier momento puede irrumpir el
repentino conocimiento de este llamado incalculable, sobrenatural y sorprendente que se apodera de tu
vida: "Yo os elegí a vosotros", (Juan 15:16). El llamamiento de Dios no tiene nada que ver con la
salvación y la santificación. No fuiste llamado a predicar el Evangelio por el hecho de ser santificado. El
llamamiento a predicar las Buenas Nuevas es infinitamente diferente. Pablo lo describe como una
necesidad que le fue impuesta.
Si has estado desdibujando el gran llamamiento sobrenatural de Dios en tu vida, revisa tus circunstancias.
Examina en dónde Él no ha ocupado el primer lugar y lo has reemplazado con tus ideas personales sobre
el servicio y tus habilidades innatas. Pablo dijo: ¡Ay de mí si no anunciara el evangelio! Él comprendió
que el llamamiento y la necesidad de anunciar el Evangelio eran tan fuertes, que ya nada más podía
rivalizar con esa fuerza.
Si un hombre o una mujer reciben el llamamiento divino, no importa cuán desfavorables sean las
circunstancias, al final todos los factores en juego servirán para el propósito de Dios. Si aceptas su propósito, Él lo sincronizará no sólo con tu vida consciente, sino con todas tus áreas profundas que no
puedes alcanzar.