Versículo para hoy:

lunes, 6 de julio de 2020

Un corazón en quietud, día 1 - Nancy DeMoss Wolgemuth




6 de julio - Ninguna otra manera - Ray Stedman

Donde el hombre y Dios se dirigen uno al otro - nac.today

 

El contraste aquí se encuentra entre el conocimiento de Jesús y la incredulidad ignorante de Judas. Jesús sabía por las Escrituras que uno entre aquellos que tenían una comunión íntima con Él le traicionaría, y supo desde el principio cuál de ellos sería. Pero Judas no lo sabía. Judas estaba siguiendo de manera ignorante la avaricia de su propio corazón y estaba oponiéndose a cada uno de los esfuerzos de Jesús por alcanzarle. En ese momento se encontraba al borde de ese acto final del rechazo que haría que se cayese por el precipicio para hallarse en un desastre total y espantoso.

Usted encontrará esto descrito en el próximo párrafo: cómo tomó él lo que había sido empapado de la mano de Jesús y esa fue la última oportunidad que tuvo. Cuando lo hizo, Satanás entró en él y Judas dejó de ser dueño de sí mismo. Pero Jesús indica que Él entiende lo que va a suceder. Él dice: “Os digo esto antes de que suceda, para que cuando pase sepáis que yo soy aquel que describen las Escrituras”. Por otro lado, Judas no sabía lo que le estaba sucediendo o cómo había caído en la trampa de Satanás y en esos momentos se hallaba al borde del desastre. Usted verá cómo estas dos cosas son opuestas la una a la otra. Jesús se sacrificó a sí mismo a fin de salvar a Sus discípulos; Judas sacrificó a Jesús con la intención de salvarse a sí mismo. Estas dos filosofías dominan el mundo actual.

En la apelación final, Jesús dirige una palabra a los que adoptan estas dos clases de actitudes básicas: “De cierto, de cierto os digo: El que reciba al que yo envíe, me recibe a mí”. Esta es una palabra para nosotros, para que cuando venga alguien a lavarnos los pies, para ayudarnos con algún problema de pecado en nuestra vida, debemos de recordar que esta persona ha sido enviada por Jesús. Por lo tanto, es Él quien está ofreciéndose a lavarnos los pies, y no debemos mostrarnos resentidos por este ministerio realizado por otros. Pero debemos recordar lo que dice Jesús: “El que reciba al que yo envíe, me recibe a mí”.

La última palabra fue dirigida a Judas: “el que me recibe a mí, recibe al que me envió”. Es decir, recibe a Dios el Padre. Y no hay ninguna otra manera de llegar al Padre más que por medio de Jesús. Esta es la verdad que declara Jesús una y otra vez y es la gran verdad que Judas intentó eludir. Intentó vivir su vida delante de Dios sin relacionarse para nada con el ministerio y la salvación ofrecida por Jesús. Fue tropezándose a ciegas, sin darse cuenta de que se estaba enfrentando con la crisis más importante de su vida y que solo Jesús podía llevarle a Dios. Esta fue la medida final para alcanzar a Judas antes de que fuese demasiado tarde, y Judas le rechazó, como los posteriores acontecimientos mostrarán. Pero la gran verdad que deja Jesús ante nosotros es esta: No hay ninguna otra manera.

Señor, en Tu manera infalible te esforzaste por alcanzar a Judas, mostrándole que Tú eres el único camino. Ayúdame a recibir tanto a Ti como al que Tú me envíes a mí, extendiendo Tu mano para restaurar mi comunión contigo.

 

 

 

Aplicación a la vida

 

¿Cómo recibimos a las personas piadosas que nos enfrentan con amor acerca de problemas de pecado en nuestra vida? ¿Cambia nuestro enfoque a juzgarlas a ellas, a nuestra justicia, o a las palabras del Señor?