Versículo para hoy:

domingo, 12 de febrero de 2023

FEBRERO 9 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Y consultó David a Jehová". 2 Samuel 5.23

Cuando David hizo esta consulta acababa de luchar con los filisteos y de obtener una significativa victoria. Los filisteos subieron en gran número, pero por la ayuda de Dios, David los puso en fuga fácilmente. Notemos, sin embargo, que cuando los filisteos vinieron por segunda vez, David no les salió al encuentro antes de consultar a Jehová. Como había salido victorioso una vez, podía haber dicho, como lo han hecho muchos en otros casos: "Saldré victorioso otra vez, puedo estar seguro de que si he conquistado una vez, triunfaré aun otra vez. ¿Por qué, pues, esperar para consultar al Señor?" Ganó una batalla por el poder del Señor; pero no se aventurará en otra hasta asegurarse el mismo poder. Él preguntó al Señor: "¿Iré contra ellos?", y esperó hasta que la señal de Dios le fue dada. Aprendamos de David a no dar ningún paso sin Dios.
Cristiano, si quieres conocer la senda del deber, ten a Dios por brújula; si deseas dirigir tu barco a través de las imponentes olas, pon el timón en las manos del Todopoderoso. Muchas rocas podrían ser esquivadas si permitiésemos que nuestro Padre gobierne el timón; muchos bancos de arena podrían ser evitados si dejáramos a su soberana voluntad escoger y mandar. Debemos darnos cuenta de que la providencia de Dios nos guía; y si la providencia tarda, esperemos hasta que la providencia llegue. El que se antepone a la providencia, se sentirá gozoso si vuelve otra vez al lugar de partida. "Te enseñaré el camino en que debes andar", es la promesa que Dios hace a su pueblo. Llevemos a él todas nuestras perplejidades y digámosle: "Señor, ¿qué quieres que haga?"
No dejes tu casa esta mañana sin inquirir primero la voluntad del Señor.

FEBRERO 8 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Llamarás su nombre Jesús". Mateo 1.21

Cuando una persona es querida, cualquier cosa que tiene que ver con ella se hace querida por su causa. Así, tan preciosa es la persona del Señor Jesús en el concepto de todos los creyentes, que cada una de las cosas tocantes a él, la consideran de inestimable valor. "Mirra, áloes y casia exhalan todos sus vestidos", dice David, como si los vestidos mismos del Salvador fueran tan perfumados por su persona que él no podría sino amarlos.
En verdad, no hay lugar que aquellos santificados pies hayan pisado, no hay palabra que aquellos benditos labios hayan expresado, no hay siquiera un pensamiento que su amorosa Palabra haya revelado que no nos sea precioso más allá de toda ponderación. Y esto es también verdadero en cuanto a los nombres de Cristo: son todos dulces en los oídos del creyente. Ya se le llame el esposo de la iglesia, su novio, o su amigo; ya se le designe como el Cordero inmolado desde la fundación del mundo, el rey, el profeta o el sacerdote, cada uno de los títulos de nuestro Maestro: Shiloh, Emmanuel, Admirable, Dios Fuerte y Consejero, cada uno de sus nombres es igual al panal que destila miel cuyas gotas son deliciosas. Pero si para el oído del creyente hay un nombre más dulce que otro, ese nombre es Jesús. ¡Jesús!, este es el nombre que hace que las arpas del cielo toquen armoniosamente. ¡Jesús!, la vida de todos nuestros goces. Si hay un nombre más fascinador que otro, más gracioso que otro, ese nombre es Jesús. Está entrelazado en la misma trama y urdimbre de nuestro himnario. Muchos de nuestros himnos empiezan con este nombre, y apenas habrá alguno que valga algo que termine sin él. Es la suma total de todos los deleites. Es la música con la cual las campanas del cielo tocan; un canto en una palabra; un océano por su significado, aunque una gota por su brevedad; un incomparable canto sagrado en dos sílabas; un resumen de las aleluyas de la eternidad en cinco letras.

FEBRERO 7 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Levantaos y andad". Miqueas 2.10

La hora se aproxima cuando este mensaje vendrá a nosotros como viene a todos: "Levántate y sal del hogar en que habitas, de la ciudad en la cual has hecho tus negocios, del lado de u familia y del lado de tus amigos; levántate y emprende el último viaje". ¿Y qué conocemos nosotros de ese viaje? ¿Qué conocemos del país al que estamos destinados? Algo conocemos, algo nos ha sido revelado por el Espíritu Santo, pero ¡cuán poco conocemos de los reinos del futuro!
Sabemos que hay un oscuro y tormentoso río llamado "muerte". Dios nos manda cruzarlo y nos promete estar con nosotros. ¿Y qué viene después de la muerte? ¿Qué mundo de maravillas se presentará ante nuestra vista? ¿Qué escena de gloria se desplegará delante de nosotros? Ningún viajero ha vuelto de allá para hacérnoslo saber. Pero, sin embargo, conocemos lo suficiente de la patria celestial, como para responder con gozo y alegría a la invitación que se nos hace para ir allá.

El viaje de la muerte puede ser tenebroso, pero nosotros lo emprenderemos sin temor, sabiendo que Dios estará con nosotros cuando andemos en el valle de la sombra de la muerte; y, por lo tanto no tendremos necesidad de temer mal alguno.
Nos separaremos de todo lo que conocemos y amamos aquí, pero iremos a la casa de nuestro Padre, donde está Jesús, iremos a aquella "ciudad que tiene fundamentos, el artífice y hacedor de la cual, es Dios". Esta será nuestra última separación para ir a habitar por siempre con aquel a quien amamos, para habitar en medio de su pueblo y en la presencia de Dios.

Cristiano, medita mucho en el cielo: esto te ayudará a seguir adelante y olvidar la fatiga del camino. Este valle de lágrimas no es otra cosa que el camino real que nos conduce a la patria mejor; este mundo no es sino el puente que nos lleva a un mundo de bienaventuranzas.

FEBRERO 6 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Orando en todo tiempo". Efesios 6.18

¡Qué multitud de oraciones hemos elevado desde el primer momento en que aprendimos a orar! Nuestra primera oración fue hecha en favor de nosotros mismos; pedimos a Dios que tuviera misericordia de nosotros y borrara nuestros pecados. Él nos oyó. Cuando borró nuestros pecados, enseguida hicimos más oraciones en favor de nosotros. Hemos tenido que orar por la gracia que santifica, por la gracia que impulsa a hacer lo bueno y por la que impide hacer lo malo. Hemos sido guiados a pedir una nueva certidumbre de fe, a implorar la consoladora aplicación de la promesa, a rogar que se nos librase de la hora de la tentación, a pedir ayuda para el cumplimiento del deber y socorro para el día de la prueba.

Hemos sido impulsados a ir a Dios para bien de nuestras almas, pidiendo, como mendigos consuetudinarios, todo lo que necesitábamos. Da testimonio, hijo de Dios, de que nunca pudiste conseguir en otra parte algo para tu alma. Todo el pan que tu alma ha comido, vino del cielo, y todo el agua que ha bebido, fluyó de la roca viva, que es Cristo Jesús el Señor.

Tu alma nunca se ha enriquecido por sí misma; ha sido más bien una pensionista diaria de la bondad de Dios. De modo que tus oraciones han ascendido al cielo en una hilera casi infinita. Tus necesidades fueron innumerables, y en consecuencia las provisiones han sido infinitamente grandes. Tus oraciones han sido muy variadas y las mercedes recibidas, incontables. En vista de esto, ¿no tienes motivos para decir "Amo al Señor porque él oyó la voz de mi ruego"? Pues así como nuestras oraciones fueron muchas, así también han sido muchas las respuestas de Dios. Él te oyó en el día de la angustia; te fortaleció y te ayudó, aun cuando tú lo afrentaste por temblar y dudar en el propiciatorio. Recuerda esto y haz que tu corazón se llene de gratitud a Dios, que oyó con misericordia tus pobres y débiles oraciones. "Bendice, alma mía, a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios".