Versículo para hoy:
martes, 21 de abril de 2020
21 de abril - ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? - Ray Stedman
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La respuesta insolente y arrogante
de Caín a la pregunta que le hizo Dios es una señal de que interiormente
reconocía su culpabilidad. Así es como funciona siempre la culpabilidad,
negando toda responsabilidad. Caín contesta: “¿Mi hermano? ¿Qué tengo yo que
ver con mi hermano? ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? ¿Es acaso
responsabilidad mía saber dónde está mi hermano?” La hipocresía resulta aquí
perfectamente evidente. A pesar de que Caín podía rechazar la responsabilidad
de saber dónde estaba su hermano, no dudó en asumir la mayor responsabilidad
en cuanto a haber quitado la vida a su hermano.
Nosotros hemos oído cosas muy
parecidas en estos tiempos modernos. Cuando Martín Luther King Jr. fue
asesinado en 1968, muchos dijeron cosas semejantes a esta: “No es culpa
nuestra que el Dr. King fuese asesinado. ¿Por qué íbamos a sufrir nosotros
por lo que ha hecho una persona fanática? No es nuestra responsabilidad”.
Poco después algunos dijeron: “Debió de saber que iba a pasar esto. Después
de todo, si causamos problemas, antes o después acabamos por pagar el precio
por hacerlo”. Nadie puede negar la lógica y la verdad de una afirmación
semejante a esta, a pesar de que resulta evidentemente incompleta. No hay
nada en esta declaración respecto a enfrentarse con la responsabilidad ni en
lo que se refiere a contestar honestamente a esta terrible pregunta de labios
de Caín: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”
Hace dos o tres décadas, el Dr.
Carl Henry escribió un libro titulado The Uneasy Conscience of
Fundamentalism (La consciencia inquieta del fundamentalismo), que
hizo que muchas personas sintiesen inquietud. El Dr. Henry apunta en este
libro al hecho de que el aislamiento que adoptan muchos cristianos, que hace
que no tengamos contacto con personas que no son cristianas, también nos ha
distanciado, impidiendo que nos enfrentemos con algunas urgentes cuestiones
sociales de nuestro tiempo. Con frecuencia nos hemos sentido perfectamente
satisfechos cantando acerca de ir al cielo, pero hemos mostrado poca
preocupación por los enfermos y los pobres, por los que se encuentran solos,
por los ancianos y los desgraciados de nuestro mundo. Isaías 58 es una
poderosa condena de esta actitud por parte de las personas religiosas. Dios
se interesa enormemente por este aspecto de la vida, y aquellos que llevan Su
nombre no se atreven a descuidar este aspecto. Seamos perfectamente sinceros
y admitamos que esta es una manifestación del amor cristiano que nosotros los
evangélicos tenemos tendencia a descuidar.
No se pretendió jamás que la
iglesia ministrase tan solo a un segmento de la sociedad, sino que debía de
incluir a todas las personas, todas las clases, todas las razas, sin
distinción alguna. Las iglesias deben de hacer caso omiso a estas
distinciones. Es preciso que así sea; de lo contrario, no estamos siendo
fieles a Aquel que nos llamó y que Él mismo fue amigo de pecadores de toda
clase. Debemos ser perfectamente honestos y admitir que este ha sido un
punto débil de la vida evangélica: el no ser capaces de actuar en obediencia
al mandamiento de Dios de ofrecer amor, amistad, perdón y gracia a todas las
personas sin distinción de clase, de raza, de posición o de herencia.
Padre, abre mis ojos para que pueda
ver a las personas a mi alrededor como personas que Tú has creado y que Tú
has puesto en mi camino con un propósito determinado. Enséñame que yo soy
guarda de mi hermano.
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Aplicación a la vida
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La Iglesia debe de ministrar a
todos los segmentos de la sociedad sin distinción alguna. ¿Nos hemos vuelto
nosotros satisfechos de nosotros mismos o demasiado cómodos en nuestro
círculo de influencia y con nuestros conocidos?
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